El error del rencor

Las últimas semanas han demostrado cómo algunos políticos almerienses se dejan llevar más por el rencor acumulado que por la razón que es, al ca

Pedro Manuel de La Cruz
23:53 • 27 jun. 2015

“El Padrino” es una buena guía para manejarse por la vida. Para transitar por el horror y alejarse del error. Para correr el riesgo de acercarse a la inteligencia que se esconde en la maldad sin dejarse arrastrar por ella. 


Vito y Michael Corleone son dos personajes perversos; pero en su calculada crueldad, tan detestable, el espectador no sólo encuentra la abyección del delito, sino  un relato vital salpicado de razonables argumentos y razonados conceptos. En esa contradicción radica su atracción irresistible.


Demasiados políticos almerienses no han leído la novela de Puzo ni han visto la trilogía de Coppola. Solo así se entiende su empecinamiento en equivocarse.




Porque si hubieran visto la película no habrían olvidado la frase que Michael le dice a Frank Pentangeli en el despacho de su padre: “mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos”, o aquella otra en que, ante el colérico Vicent, le aconseja “nunca odies a tus enemigos porque eso te impide juzgarlos”. 


La política almeriense está salpicada desde el 24 de mayo por la ignorancia de estos dos consejos y eso ha provocado que el rencor y la lejanía hayan tenido -y estén teniendo- más protagonismo que el sentido común y la inteligencia.




Es lo que ocurrió con el sainete de Cazorla cuando, con el rencor acumulado como argumento, elaboró una estrategia de humillación para vengarse de las críticas y el desprecio del PP. En su decisión podrá haber motivaciones más complejas, pero la aflicción- como sostiene el filósofo Savater- se impuso a la razón política; el disparate no se consumó por la presión que Rafael Hernando hizo sobre Rajoy para que éste, a su vez, la proyectara sobre Rivera.


Ahora es el PP el que se sienta a esperar el cadáver político de Cazorla con la esperanza de que Barcelona decrete su alejamiento. Otra muestra más de cómo el agravio se impone al razonamiento.




El PP no lo sabe, pero quizá lo que más le interesa ahora, una vez que Cazorla está cautivo de nómina y desarmado de voto, es que continúe liderando Ciudadanos. El desprestigio de su fracasada jugada del 12-13 de junio deteriora la imagen de Ciudadanos y ofrece a los populares una vía de agua en el electorado de la candidatura a las generales por Almería del partido de Rivera imposible de taponar. Cazorla es ahora un activo para el PP, no es un enemigo, pero el rencor- decir el odio es exagerado- les impide juzgarlo y, por tanto, valorarlo como “aliado”. Lo que sí ha hecho bien Luis Rogelio ha sido situarlo cerca, aquí sí ha cumplido la recomendación padrinesca. Lo ha situado tan cerca que lo ha devorado como opción política viable.


En la otra acera, los socialistas atrincherados en la capital tampoco han querido disimular el error del desencanto y el desdén de la lejanía. La llegada a la consejería de Agricultura de Mari Carmen Ortiz ha sido saludada por la agrupación local- a la que pertenece Ortiz- desde el silencio. Un silencio tan sonoro (apenas una nota en Facebook de Pérez Navas y poco más), que hay que ser muy torpe para no saber dónde tiene su origen. Es verdad que Almería no es El Ejido, pero la capital tiene más de dos mil hectáreas de producción agrícola y son miles los almerienses capitalinos que trabajan en los invernaderos o en los almacenes. ¿No merecía la decisión de la presidenta un comunicado de satisfacción de la agrupación local y del grupo de concejales? Hay silencios que desvelan más que mil palabras.


Y siguiendo al fondo a la izquierda nunca sabremos el gesto de Rafael Esteban o Rosalía Martín cuando el jueves leyeron la entrevista de “Público” a Pablo Iglesias en la que el líder de Podemos arrumba a Izquierda Unida al rincón de los apestados- “cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas, pero no te acerques”, les escupe-, detestándolos como compañeros de coalición y, desde una soberbia obscena, calificando a sus militantes de “tristones, aburridos, y amargados”. (Por cierto: muchos de esos militantes pasaron -tristes, desolados y amargados-, años de cárcel y penurias para que Iglesias pudiera insultarles hoy; pero bueno ya se sabe que los iluminati descubren cada mañana el mundo). 


No sabemos el gesto, decía, pero no creo equivocarme si intuyo que el de Esteban se acercaría a la media sonrisa. Él ha sido uno de los que nunca creyeron en la integración con la banda de los cuatro. Frente a Anguita (otro iluminati) y a Alberto Garzón (por Dios o por Marx, ¿no hay nadie que le diga que no se humille más?), el concejal almeriense nunca tuvo en Podemos su norte y su guía. Una posición que le acarreó no pocas dificultades de algunos camaradas. Ahora es él quien se ríe de aquellos que desde IU vieron a Iglesias como el mesías que les llevaría a la tierra prometida del asamblearismo.


Nunca hay que odiar a los enemigos porque, si los comprendes y llegas a prever sus reacciones, pueden convertirse en aliados. Puzo llevaba razón; lo extraño es que algunos no hayan llegado todavía a entenderlo.  



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