La política es oficio que con el paso de los años procura ciertas habilidades a quienes viven de ella. Mañas encaminadas a preservar el objetivo máximo del político que no es otro que perpetuarse en el poder o en sus aledaños. Una de esas "habilidades" consiste en denostar a los adversarios. El denuesto político es un arte en el que algunos tribunos han alcanzado cotas sublimes. Temible en sus réplicas era Winston Churchill.
A una parlamentaria que le espetó que si fuera su mujer le serviría cianuro en el desayuno, sin inmutarse, la replicó que si la diputada fuera su esposa, desde luego se tomaría el veneno. Entre nosotros, a otro nivel, Alfonso Guerra también alcanzó lugares destacados en el "insultómetro" parlamentario. El político sevillano recientemente jubilado solía despachar gracejo y mala leche a partes iguales. En los últimos tiempos se ha ido perdiendo agudeza a favor de la sal gruesa o de los pellizcos de monja.
En este registro, de vez en cuando, se anota algún tanto el Presidente Rajoy en algunas de las réplicas en las sesiones de control al Gobierno o en ruedas de prensa sin margen de repregunta. La última, a propósito de la crisis de la deuda griega y el referéndum que coloca al país heleno al borde de la salida del euro, ha consistido en unir en plan tríada portadora de todos los males a Xiriza (coalición que gobierna en Atenas) con Podemos y a éste con el PSOE de Pedro Sánchez. El silogismo le salía a cuenta de los pactos municipales. Le parece mal en otros lo que el PP practica cuando le conviene. Caso, sin ir más lejos, en la Comunidad de Madrid donde Cristina Cifuentes consiguió la investidura merced al apoyo de Ciudadanos, el partido que preside un tal "Albert" (Rivera) que en su día y dada su "condición de catalán" fue demonizado por el delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, un caballero que todavía sigue en su poltrona. Por no recordar las críticas del portavoz Hernando a Ciudadanos a cuenta del programa económico presentado por Garicano. Unir a Pedro Sánchez a la deriva seguida por Xiriza está tan fuera de lugar como lo sería hacer a Mariano Rajoy corresponsable de los pufos y trampas estadísticas sobre la salud de la economía griega que perpetró Nea Demokratia (el partido de Andonis Samáras), líder conservador al que en su día apoyó Rajoy desplazándose a Atenas. Un pellizco de monja que no cuela.
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