Los veranos de la posguerra española estuvieron cuajados de sustos no solo para los mayores sino también para los niños. Por lo visto había entonces mucha tuberculosis, consecuencia de la miseria y el hambre de la contienda, y en los hospitales hacía falta sangre. A los niños se nos recomendaba no salir de casa y menos aún bañarnos en parajes solitarios. Podría venir el “tío saín”, decuartizarnos allí mismo, y chuparnos los glóbulos rojos. Nuestras madres sufrían lo indecible entre noticias negras, a cual de ellas más aterradora. Este miedo lo lleva en el cuerpo la gente de mi generación y no es extraño que relacione ahora cualquier suceso con aquello. Por ejemplo, no existe verano que no tengamos en Almería algún gran cetáceo que se despista, algún león que escapa de su jaula o tal vez alguna pantera que solo está en nuestra imaginación. El caso es pasar el verano entretenidos. Claro que para sustos hay otros mucho peores. Está la ley ‘mordaza’. Está también el miedo a un “corralito” en España. El Gobierno dice que no hay nada que temer, pero a estas alturas ¿quién se fía ya de los Gobiernos? En la prensa del corazón, los problemas son otros, como ver si trasladan de cárcel a la Pantoja, o si la Priesley cambia de marido. Tampoco sería tan insólito después del plural cambio de parejas que lleva la filipina.
A mi juicio, habría que dejar que cada cual tuviera los miedos que crea conveniente si no fuera porque hay políticos que utilizan el canguelo para ganar votos. Dice Felipe González que Podemos no tiene ni idea de lo que pasa en Venezuela. ¿Y a este Pablo Iglesias teme tanto la derecha española? ¿No será también otra pantera imaginaria de las que necesita el PP para ganar la próximas elecciones? Ahora cualquier alcalde conservador te da un curso acelerado sobre los radicales. Si hay algo radical de verdad es el despido libre o llevarse los fondos de Bankia como el que hace un servicio a la patria. Veo a mis colegas protestando contra la ley mordaza. Ay la ley de expresión. Si existe alguna ley más aplastada y bombardeada por el miedo esa es la de expresión. Menos mal que Posada ( del PP) reconoce que él no se sintió bloqueado por los manifestantes que cercaron el Parlamento. A cada cual lo suyo.
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