Hay cosas en la vida que solo las saben Mariano Rajoy y Dios. Incluso hay quien cree que algunas cosas que sabe Mariano no se las dice ni a Rajoy. "Hay asuntos que si no quieres que se sepan, mejor no pensarlos", bromeó una vez el Presidente. Por ejemplo, la fecha de las elecciones generales. Tocan en noviembre, pero podía adelantarlas al 27 septiembre para coincidir con la presunta inmolación de Mas en las urnas. Presunta inmolación porque la última vez que Mas convocó sin concluir la legislatura perdió doce diputados y esta vez, que califica las elecciones como plebiscitarias, tiene a su propio CIS advirtiéndole que las encuestas anuncian un retroceso del independentismo. Un prodigio de estadista. Pero un tipo muy resistente y autoconfiado al límite, a pesar de vivir voluntariamente aislado. En eso, Rajoy y él se parecen más de lo que puedan creer. El rumor decía que Rajoy podría adelantarlas al 27 de septiembre. Pero un rumor vale de poco. O de nada, si anda Rajoy por medio. De los movimientos de esta semana parece deducirse que vamos a noviembre porque Moncloa ha decidido que se aprueben los Presupuestos del 2015 en esta legislatura disfrutando de la mayoría absoluta. Se armará un lío mediático pero quedarán aprobados. Todos los ministerios y organismos han recibido orden de acelerar los preparativos presupuestarios para tenerlos entregados antes que acabe julio. La máquina, aletargada, echa humo. Y los ministros nuevos, Iñigo Méndez de Vigo, recién aterrizado en Educación, y Alfonso Alonso, que derrapa hiperactivo en Sanidad, son como motores de refuerzo al gabinete. Nada está perdido todavía. Los números de la economía mejoran algo y sobre todo Grecia ayuda. Los de la troika, o sus herederos, son insaciables y exprimen el limón sin piedad pero los izquierdistas que tomaron el poder prometiendo de todo, solo pueden exhibir progresos en empobrecimiento del país. Las fotografías de jubilados desesperados en las colas de las pensiones para conseguir los ciento veinte euros, estremecen. El arrojo de Tsipras convocando un referéndum que lo único que garantiza es medir la profunda fractura social del país, inquieta. La frialdad de algunos dirigentes europeos juzgando el caso griego, por más irritante que resulte su descaro fiscal, asusta. Olvidan que se consintió que Grecia maquillara sus cuentas para entrar en Europa cinco años antes que España y Portugal, para extender la entonces Comunidad Europea a las puertas de Medio Oriente. El activo principal del país, además de su historia, es su geografía. Todo eso combinado nos ha llevado a la irrecuperable quiebra actual. A una hora de avión de Atenas, Matteo Renzi, en Roma tiembla porque Italia está en frágil equilibrio. A dos horas de viaje, Rajoy saca partido porque el ejemplo griego da miedo y cualquier temor sacará al electorado popular de su casa. Y el PSOE desliza que su posición se fortalece entre el Rajoy amigo de Samarás y el Pablo Iglesias amigo de Tsipras. Sin amilanarse, el líder de Podemos convocó una manifestación de apoyo a Grecia. Pero aun así Podemos y sus marcas se fortalecen.
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