Los políticos sienten una extraña fascinación por la semántica -me refiero a la semántica lingüística- hasta el punto de que la mayoría de ellos cree que las palabras pueden sustituir a las acciones. Observen cómo después de usar el término “políticas activas de empleo” algunos de ellos buscan una silla para sentarse, como si nada más decirlo, de repente, se hubieran creado 30.000 puestos de trabajo en toda España. Es una expresión tan difusa, tan amplia, tan genérica como podrían ser “políticas activas de turismo” o “políticas impulsoras de bricolaje”. Donde he escrito “bricolaje” ponga usted cría de canarios, educación, deporte o solidaridad. Solidaridad es un término que les gusta mucho, y enseguida se sacan la solidaridad del bolsillo, y la pronuncian como si el hecho de decirla supusiera el arreglo de los problemas de todos los parias de la Tierra.
La última moda en Casa Psoe se llama “Estado Federal”. Toda la insolidaridad que ha traído el Estado de las Autonomías, toda la duplicación burocrática que ha llevado consigo, todas las traiciones de los soberanistas catalanes y todas las deslealtades de los independentistas del norte y del nordeste, se van a curar con el Estado Federal. Veo a Pedro Sánchez pronunciar “Estado Federal” y parece un médico del decenio de los cuarenta articulando la palabra penicilina.
Ya tenemos un Estado Federal de los más descentralizados del mundo, pero vamos a cambiarle el nombre. Si al ministerio de la Guerra le llamamos Ministerio de Defensa, y al ministerio de la Gobernación ministerio de Interior, vamos a rebautizar el Estado Federal con el nombre que indica y así estaremos entretenidos, mucho más que en el Senado, donde al último pleno faltaron 212 padres de la patria. ¡Eso es absentismo y lo demás malas imitaciones! Por cierto, en el Estado Federal ¿dejaremos el Senado? Da igual. Lo importante no es lo que se haga, sino las palabras.
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