Secretos de familia

“Acusado falsamente por la tabernera, uno de los parroquianos puso mar de por medio”

José Luis Masegosa
01:00 • 27 jul. 2015

El destino les llevó a vivir en el mismo hábitat rural,  uno de los pequeños pueblos de la Alpujarra almeriense. Los medios eran escasos para ambas familias y cualquier oportunidad para poder disponer de un sueldo fijo, por pequeño que fuese, significaba todo un futuro de promisión. El cabeza de una de las familias, que residía en un cortijo próximo al núcleo urbano, era maestro poseía y una formación que superaba la media de lo que por aquellos años del pasado siglo se podía pedir en un entorno aislado y cerrado. La otra familia residía en el mismo pueblo y regentaba una antigua posada que era atendida al alimón por la madre y el padre. Convocada una plaza de funcionario municipal por parte del consistorio, concurrieron ambos cabezas de familia, quienes desde pequeños se profesaban una sincera y profunda amistad, pese a que en ese momento tuvieran que competir entre sí. Sospechosa la mujer del maestro de ciertas maquinaciones por parte de la tabernera para lograr la obtención del puesto municipal para su marido, contrató a un sicario para que mediante la explosión de un barreno de dinamita hiciera desaparecer la posada y a sus regentes. En una oscura noche de invierno se ejecutó la acción, pero por fortuna todos los moradores salieron ilesos. Acusado falsamente por la tabernera, uno de los parroquianos puso mar de por medio y se asentó en Buenos Aíres, en donde se reencontró con otro paisano que al cabo de los años le confesó la autoría del atentado por encargo de la mujer del maestro. Muchos años después, de regreso al pueblo para vivir sus últimos días, el falso acusado puso al corriente a la tabernera, ya convertida en una respetable anciana, quien quedó tristemente sorprendida cuando conoció la verdad de los hechos, sobre todo porque  su hijo se había casado con una de las hijas de la instigadora del  atentado y del maestro. Las dos viejas parejas,  además de ser abuelos de los mismos nietos, se profesaron siempre un recíproco afecto y respeto. Un cariño que nunca se quebrantó porque aquel secreto de familia duerme oculto bajo sus respectivas tumbas.







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