El nombramiento de Ignacio Wert, ex ministro de Educación hasta hace unas semanas, como embajador de España ante la OCDE, es éticamente discutible, porque desconocemos los méritos que le avalan para desempeñar ese puesto y porque nadie ha explicado públicamente las razones de esa designación. Estéticamente es reprobable porque transmite la imagen de que Rajoy le ha querido “colocar” donde acaba de irse la ex secretaria de Estado de Educación, su mano derecha, Montserrat Gomendio, novia del ex ministro durante la última etapa de su mandato y, desde hace muy pocos días, su mujer. Cacicada o nepotismo, se mire por donde se mire, es un nombramiento impresentable. Y, por si fuera poco, hace un daño profundo al Gobierno, al PP y la nueva Ley de Educación, la LOMCE, que debe comenzar a implantarse este curso.
El ex ministro Wert, un sociólogo de prestigio y un tertuliano agudo y polémico, accedió por sorpresa al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Su falta de tacto o su imprudencia las conocen todos. Y no ha hecho nada ni por dialogar ni por resultar amable, salvo en su última etapa, en la que se calló o lo callaron. De su paso por la cultura se recordará siempre la subida del IVA cultural, que ha dado argumentos a la permanente oposición de ese sector de la izquierda que, desde hace décadas, monopoliza lo cultural sin que la derecha entienda por dónde soplan los vientos. En el deporte, no creo que nadie le recuerde especialmente. Y en la Educación, lo positivo, que lo hay, ha tenido una repercusión absolutamente negativa y puede poner contra las cuerdas, otra vez, al Gobierno de Rajoy.
La LOMCE es la única alternativa a las leyes socialistas que durante décadas nos han llevado a un 30 por ciento de fracaso escolar y a una degradación imparable de la calidad de la educación. Seguro que es mejorable y que, si hubiera habido más diálogo, hubiera mejorado y habría tenido más aceptación. Pero, aun así, merece una oportunidad y debería aplicarse, aunque hay ya varias comunidades autónomas que se han sumado a la rebelión y el pronóstico es entre incierto y de defunción antes de que se aplique. Algunas otras medidas como la FP dual o las que tomó en la Universidad -por ejemplo, subir los requisitos para mantener una beca- han mejorado los niveles de rendimiento. Pero el suspense de la LOMCE, a un mes de empezar el curso, no ayudará a cambiar el mal panorama educativo.
Lo peor es que, con actitudes como la de Wert, que su sucesor está tratando de reconducir, como Catalá tuvo que hacer con el desastre de Ruiz Gallardón en Justicia, no entramos para nada en el debate que importa: cómo conseguir una educación de calidad para favorecer el empleo de los jóvenes, que son dos de nuestros más graves problemas.
Nadie lidera el debate sobre las oportunidades y las prioridades en la nueva sociedad tecnológica, mientras nos enredamos en asuntos como la lengua o los problemas de la LOMCE. Si Rajoy no rectifica el nombramiento de Wert, lamentablemente, la reforma educativa estará en peligro.
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