Un hijo del patriarca Jacob llamado José, se encontraba preso en una cárcel de Egipto. Estaba acompañado por el confitero y el panadero del rey, que habían sido castigados. Una mañana se levantaron pensativos por el sueño que habían tenido, y decidieron contárselo a José. Decía el confitero: He soñado con una viña que tenía tres racimos de uva. Cogí una copa y los estrujé sobre ella. José le respondió: Quiere decir que dentro de tres días volverás a servir en el palacio del rey. Te pido que entonces te acuerdes de mí. El panadero contaba que había soñado con que llevaba sobre su cabeza una tabla con pasteles, llegaban las aves y me los quitaban. José le respondía: Quiere decir que serás castigado. Todo sucedió conforme José había dicho.
Una mañana se levantó el Faraón diciendo que había tenido un sueño y deseaba conocer su significado. Surgió entonces el confitero y recomendó al joven hebreo, que fue llamado a presencia del Faraón. Éste repitió lo que había soñado. He visto salir del río Nilo 7 vacas gordas y hermosas, que se pusieron a pastar en la orilla. Después salieron 7 vacas flacas y raquíticas, que se abalanzaron sobre las primeras hasta devorarlas, quedando tan flacas como antes. José explicó el sueño diciendo: Llegarán 7 años de abundancia en las cosechas sobre todo Egipto. Luego seguirán otros 7 años de escasez, en los que el hambre se extenderá sobre todos los pueblos. Conviene guardar trigo en grandes almacenes, para luego utilizarlo cuando llegue la escasez. Al Faraón le agradó esta interpretación de sus sueños y nombró a José Primer Ministro. Han transcurrido 3.000 años y aquella enseñanza se repite en la actualidad, aplicada al agua. Este invierno pasado hemos visto cómo los ríos de España aumentaban su caudal de forma extraordinaria. Los puentes quedaban pequeños para dejar pasar tanta agua. La gente miraba temerosa a través de los cristales, porque podían sufrir inundaciones. La crecida de los ríos era imponente, cientos de Hm3 por segundo se perdían en el mar.
Han pasado 6 meses y somos testigos de una sequía implacable. Se nos olvida de cómo es la lluvia. Los pozos y fuentes languidecen. Las cubas aparecen por los pueblos repartiendo agua.
Solamente los pantanos que pudieron almacenar agua se enfrentan a la situación con garantía de éxito. Los que no pudieron, se ven obligados a sufrir una vez más la pertinaz sequía tradicional en España. Todo cambiará cuando tengamos una red de canales, semejante a la red de carreteras. Sólo faltan hombres con talento capaces de hacerlo.
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