Euforia pero menos

Es más que seguro que el PP montará su próxima campaña electoral sobre la recuperación económica. La premura con que todos los meses acuden los jerarcas a los medios para airear - orbi et orbi- los datos del CIS, nos hace pensar que encenderá todas las luces y altavoces cuando suene la campana de salida. Sobre el telón de fondo de la herencia recibida, hablarán de la innegable salida de la crisis, del efecto catártico de la reforma laboral, del crecimiento asombroso del 3,3%, pronóstico de Rajoy para este año que estamos, etc. Tampoco el partido echará en olvido los piropos de algunos líderes europeos respaldando la política del Gobierno. “España es la que más crece en Europa” se inflan como pavos los tertulianos afines. También es más que seguro que la oposición en pleno encenderá parejamente sus luces( esta vez rojas) para decirle a la derecha que la euforia no es para tanto. Tenemos todavía un escándalo de paro, mucho contrato temporal y precario, muy altos los niéveles de deuda pública y privada.¿A quién creeremos pues? Sabido es el clima de boca de lobo que se origina en la campaña electoral. “El tú más” enturbia los conceptos y enrarece las palabras. Una cosa parece diáfana. Ya no tendremos mayoría absoluta que es la rueda del molino mecánico que machaca la razón. Entonces tendrán que haber pactos y concesiones unos y otros. Como preparación mental a los sucesos que vienen más nos vale escuchar a los organismos internacionales. El Fondo Monetario Internacional (FMI) nos da un toque sobre el bajo crecimiento potencial a medio plazo. Bajo este punto de vista, el crecimiento de la economía española ha tocado techo Se prevé un 1,5% como promedio entre 2015 y 2020. Y del paro, si un gran acontecimiento mundial no trastoca las economías, bajaremos solamente al 16% en el mejor de los caos. Nadie debería alegrarse de estos números. Es cierto, pero ante las trampas que suele suscitar la propaganda es preferible atenerse a los que dicen organismos imparciales. Vivimos una legítima euforia pero sin perder la cabeza ante la corrupción.