No habíamos visto “peloteo” tal en el salón de plenos del Ayuntamiento de la capital. ¡Qué vergüenza la actuación de nuestros representantes políticos! Todo por conseguir los votos de ciudadanos. El consorcio de transporte y su vuelta al mismo del Ayuntamiento de la capital nos puso ante la verdad de los hombres y mujeres que nos gobiernan. Luis Rogelio, el alcalde, le permitió a Miguel Cazorla todo lo que a éste le dio la gana, Juan Carlos Pérez Navas, el portavoz del grupo mayoritario de la oposición, hasta le dio su turno para que Miguel cerrara el debate sobre el consorcio de transporte. Rafael le rogaba, casi le suplicaba, el voto a favor de la moción socialista a Cazorla. Y éste diciendo que necesitaba oír todas las exposiciones por si le convencían y cambiaba de opinión. Como si en la junta de portavoces no hubiera oído las versiones de todos los grupos de la corporación. Fue tal el “peloteo” a Miguel, que hasta en un momento dado se enfadó el portavoz de Izquierda Unida y llamó la atención del alcalde ante lo que estaba ocurriendo en el pleno, y con toda la razón.
Un poco más de personalidad, de vergüenza política habría que pedirle a los políticos. A partir de ese pleno, Miguel se ha comido por los pies a Luis Rogelio y a Juan Carlos. Los enfrentados parecían Rafael y Miguel, con recuerdo a las herencias de Diego Cervantes. Le contestó bien Rafael, para herencias las de Miguel, sólo mencionó Telvent, pero podría haber hablado de la herencia de la Faluca, de algunos monolitos repartidos por las calles de la ciudad y de algún que otro convenio firmado. Los únicos tiros en el pleno y entre los dos pequeños grupos de la oposición. Los grandes demostraban su flaqueza ante la necesidad de unos votos, y por ellos estaban dispuestos a todo lo que hiciera falta: hasta dejarle el turno y la última palabra a Cazorla en el pleno. Ni Luis Rogelio ni Juan Carlos estuvieron a la altura, el primero de ser el alcalde de la ciudad, el segundo por ser el jefe de la oposición y que a punto estuvo de sentarse en el sillón de la alcaldía.
Nos queda Rafael, y le sobraron los ruegos a Miguel. A los políticos no hay que rogarles, sino convencerles con argumentos y ante la opinión pública para que esta los conozca. Pero fue el único que intentó salvar la honorabilidad del pleno.
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