La carta de Felipe

Fermín Bocos
23:07 • 01 sept. 2015

La “Carta” de Felipe González “a los catalanes” no ha dejado indiferente a nadie. No se hablaba de otra cosa durante el fin de semana en los medios políticos dentro y fuera de Cataluña. La alusión a los movimientos nacionalistas que en el siglo pasado arrastraron a Italia y Alemania hacia el abismo ha sentado muy mal entre los partidarios de la independencia.


Instalados como están en una posición cínica  --la  que les lleva a decir que la investigación judicial de la presunta financiación irregular de CDC es una “maniobra política del Estado”-- rechazan todo  lo que sea colocarles ante el espejo. Como se sabe, en el caso del presunto cobro de comisiones (3%), la pista de la que arrancó la indagatoria de la Fiscalía y la Guardia Civil partió de la denuncia de Montserrat Gasull, concejal de Esquerra Republicana en el Ayuntamiento de Torredembarra. Lo saben, pero hacen como que no lo recuerdan porque han hecho suyo aquel cínico principio del periodismo sensacionalista que aconseja no dejar que la verdad arruine un buen reportaje.


La “carta” de Felipe tampoco ha caído bien entre los pequeños partidos que agrupan lo que queda del naufragio comunista, restos del histórico y en su día hegemónico PSUC. Más de uno se ha sentido aludido por la expresión empleada por el ex presidente del Gobierno cuando señalaba que la actual deriva separatista conduciría a una “Albania del siglo XXI”. González ha colocado, como digo, un espejo y a los dirigentes políticos catalanes no les ha gustado lo que refleja.




A Felipe sólo se le olvidó recordar que la ambigüedad del PSC y sus bandazos y encamadas con los separatistas (Maragall; Tripartido de Montilla con ERC) también han contribuido a crear el actual estado de cosas. Ya digo que el contenido de la “carta” de Felipe escuece. Escuece porque ha puesto el dedo en la llaga alertando --a la manera como lo hizo Gordon Brown en vísperas del referéndum de Escocia-- del riesgo de fractura que corre la sociedad catalana caso de no rectificar a tiempo (la ocasión son las urnas del 27S) rechazando la  aventurera propuesta de los independentistas que encabeza Artur Mas.






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