Dentro de unos días la Consejería de Fomento de la Junta de Andalucía culminará los trabajos del carril bici en Almería capital. Dado que esta columna tiene una indeclinable vocación de servicio público, aporto gustosamente el dato para que los detractores de la infraestructura distribuyan con equidad la impregnación de sus delicuescencias sobre la misma. No está de más, por tanto, que se divulgue que lo del carril bici es una iniciativa conjunta entre Ayuntamiento y Junta de Andalucía que cuenta, además, con financiación de la Unión Europea. Soy consciente de que no se trata de una obra que depare entusiasmos generalizados y que, por el momento, sólo obtiene el respaldo de los muy partidarios de la bicicleta urbana. Pero también creo que todo se andará o todo se pedaleará. La resistencia natural del ser humano al cambio experimenta grados extraordinarios en una ciudad como Almería, en donde la palabra modificación se suele asociar indefectiblemente con la catástrofe, el padecimiento o el apocalipsis. Quizás los más memoriosos recuerden la alarma social -fronteriza con el disturbio- que protagonizó en su día la Ley Antitabaco del presidente Zapatero y su aplicación en bares y restaurantes. Recuerden que inicialmente se predijo el hundimiento del sector, la ruina irremediable de miles de abnegados hosteleros y el síndrome generalizado de abstinencia con pronóstico reservado para millones de fumadores. ¿Se acuerdan? Bueno pues poco a poco este cambio no sólo se ha aceptado socialmente, sino que ahora son muy pocos los que dudan de su acierto y conveniencia. Tengo fundadas esperanzas de que algo parecido acabe pasando con este nuevo carril y que el paso del tiempo demuestre que, aunque es cierto que hay tramos mejorables y que en algunas zonas la obra podría haber tenido otro trazado, la idea en el fondo es buena para el crecimiento de Almería como concepto de ciudad. Puede que yo jamás lo use, pero no por ello dejaré de pensar que hay una nueva generación de almerienses en marcha que sabrán aprovechar lo que ahora no se quiere o no se sabe ver. Al tiempo.
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