Está claro que la programación informativa de esta semana va a discurrir por la vía única del tren en Almería: sus históricas carencias, sus dolientes agravios, sus sostenidas miserias y sus mortecinas perspectivas. Así está la cosa y no seré yo quien discuta las simpatías de los medios o el empleo de las redes sociales a favor de corrientes previamente diseñadas. Allá cada cual con su memoria y coherencia para carbonear la locomotora de sus propósitos.
En este sentido y por si a alguien se le han despertado dudas sobre mi opinión acerca de las dotaciones ferroviarias de Almería, repetiré una vez más que desde que las conozco y sufro son lo más parecido a un excremento insertado en el extremo de una varilla, y ustedes disculpen que recurra a tan gráfica metáfora para intentar dejar claro que comparto y respaldo las reivindicaciones que sobre las infraestructuras ferroviarias de nuestra provincia haga cualquier colectivo califal, abacial o mediopensionista. Que a dos meses de unas elecciones generales haya coros y danzas en las calles es algo casi tan viejo como las vías que discurren en decimonónico trazado por la provincia de Almería. Ahora bien, contrasta la firmeza con la que se pretende reclamar un mejor tren mientras que existen otros frentes de reclamación ignorados que merecen similares o mejores esfuerzos. Llámenme loco, pero si protestar por la dotación ferroviaria es tan necesario como justo, quizás también deberíamos mirar si la dotación hospitalaria o escolar de nuestra provincia merece algo más que nuestro silencio. ¿Cómo es posible que la dejación de los gobiernos centrales en materia ferroviaria escueza más que la dejación de la Junta de Andalucía en materia sanitaria o escolar? Quizás lo sepan todos aquellos que, tras ignorar la llamada de la plataforma “Protege tus derechos” para manifestarse por el materno infantil, acudirán a manifestarse por el tren. Y sólo por el tren.
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