En mi niñez pueblerina, donde no faltaron peligros y miedos, pude vivir algo de lo que llamaríamos hoy los rudimentos de Halloween. Cogíamos una calabaza de las que tanto abundan por allí, le abríamos con un cuchillo la boca y los ojos, la vaciamos de la pulpa interior, y por detrás le encendíamos una vela.
En el atardecer de los últimos días de otoño, aquella calabaza iluminada se convertía en el terror de las viejecitas que salían del rosario, camino de casa. Muchos años después de aquello, viviría yo en Irlanda por culpa del inglés y allí aprendí que además de nuestra noche de difuntos existía otra de tradición celta que espantaba los malos espíritus. Las migraciones de los irlandeses en aquellos barcos de la muerte, a principios del siglo XX, trasladaron a EE.UU la costumbre europea. Tal vez ocurrió lo mismo que en Galicia con su famosa Santa Campaña.
Se cuenta que por los caminos más solos del bosque, por las aldeas gallegas peor iluminadas, caminaban en fila almas en pena ya amortajadas, que tocaban la campana para despertar al otro mundo a los que iban a morir. Hoy, dicen los entendidos, la costumbre se va perdiendo a medida que aumenta el descreimiento entre los más jóvenes. Sin embargo en otros sitios, la costumbre se ha hecho universal gracias a la influencia del cine y a la invasión del comercio sin fronteras. Sabida es la fuerza expansiva que tiene Hollywood para difundir. cualquier mensaje por terrible que éste sea.
Recordemos que un pueblo que casi llegó a extinguir a los indios, aún pudo crear la épica del Oeste, una epopeya cinematográfica no por repetida menos interesante. De igual forma Halloween es hoy una fiesta para pequeños y grandes que está derrotando a la tradicional noche de difuntos. Mientras nos divertimos con los espectros, con los castillos donde hablan las paredes y donde abundan las quincallerías del no sabemos dónde, nos olvidamos de las guerras reales, de los naufragios con los niños muertos, y con los refugiados que no saben a qué carta quedarse f rente a las alambradas europeas. Mientras fracasa la resurrección de los muertos, aparece la otra resurrección de la carne roja que mata de cáncer y de asco.
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