Rajoy acaba de rechazar su presencia en “El hormiguero” de Antena3 porque, según sus asesores, “no es normal que un presidente de gobierno hable con unas hormigas”. No es cuestión glosar fábulas de Esopo, de la Fontaine o Samaniego para ubicar escenarios de honor a este género literario que, con éxito, otorgó extraordinarios aciertos intelectuales a animales eventualmente dotados del don de la palabra, el pensamiento y la justicia.
No me imagino a los asesores de campaña de Rajoy en el Lope de Vega disfrutando del musical “Rey León”. ¿Acaso los leones cantan o la jirafas bailan? Por tanto, Rajoy no puede hablar con las hormigas. Ciertamente, a algunos les afectó irreversiblemente la muerte de la madre de Bambi, y aún lo llevan muy mal.
Gracias a la insolvencia intelectual e inseguridad de algunos candidatos el debate, la entrevista en profundidad y el cara a cara se han devaluado en favor de nuevos formatos que destacan el valor, la frescura, el riesgo… y lo guay de candidatos que bailan en un plató; se lían una pitón por el pescuezo; se cuelgan de un aerogenerador; dan vueltas de campana en un coche de carreras o aterrizan sin control una montgolfière.
Y la verdad es que Rajoy no está para estos trotes, especialmente los aerotransportados que, junto a Esperanza Aguirre ya le dejaron huella indeleble de lo inestable que resulta la pérdida de potencia en un helicóptero. La fuerza de gravedad se ha convertido en un argumento de campaña. Los candidatos han de mostrar valentía y entereza ante aceleraciones y deceleraciones violentas y ausencia de vértigo en el vacío. Con estas pruebas no sé si tendremos buenos políticos; en cualquier caso, serán buenos clientes para parques de atracciones.
El problema radica en si el “vértigo” se resume a una sensación fisiológica o a una enorme responsabilidad en las decisiones que afectan a millones de personas.
El “vértigo” que nos ha de interesar es el de la responsabilidad de los gobernantes para que no nos conduzcan por desniveles mareantes y abismos suicidas. Perdamos, pues, toda esperanza en interesantes debates y tensos cara a cara. Esto va de circo; por supuesto, con red. No crean que las vueltas de campana de Rivera o el accidentado aterrizaje del globo de Soraya es fruto de la casualidad o la fatalidad; todo es dramatismo y sobreactuación.
Y para sobreactuación, el brote bolivariano de Pablo Iglesias presentando al nuevo fichaje del exteniente general del Ejército del Aire, Julio Rodríguez. Resulta conmovedora la marcialidad contenida del anticasta de la coleta al pronunciar que es “un honorrrrrrrr contar con la compañía del Tte. general”. Es como si echara de menos la guerrera con los galones del “eterno” comandante y la estrella roja revolucionaria que tanto pone a los contrasistema que anhelan tener a su lado -y de su lado- a la milicia que, en definitiva, es la fuerza que contiene a los ciudadanos hambrientos y mantiene a los dictadores totalitarios.
Ya conoceremos los motivos de esta extraña inclinación del que fuese máximo mando de los Ejércitos con el Gobierno de ZP (aunque su proximidad a ZP lo explique todo). No parece que Julio Rodríguez dé perfil de yayoflauta podemita; aunque, sin gorra y explicando su “plan” antiseparatista catalán pareciese un fraile descendiendo el Montseni.
En esta campaña nos jugamos algo más que encandilarse con un fichaje sorpresa o por un candidato bailongo o quién sube más alto o aguanta más debajo del agua. Eso ni soluciona nuestros problemas, ni garantiza nuestro futuro; pero está bien para un circo.
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