La noticia contada sin más flecos aleatorios es que, hace once días, el primer ministro portugués, el conservador Pedro Passos Coello, tomó posesión del gobierno de Portugal. Pocas horas después una nueva mayoría de izquierdas, descontenta con las políticas de austeridad, presentó una moción de censura provocando el cese del centro derecha. Se abre un periodo de consultas. Ahora veremos si quien se alza con el poder en Portugal es el socialista Antonio Costa.
El esquema luso podría repetirse en nuestro país si no fuera porque parece imposible que aquí se una la izquierda pese a las muchas voces que lo piden. Fue en las pasadas elecciones europeas cuando la derecha constató el triunfo potencial de Podemos. De ahí que la emprendiera contra los de la coleta como un peligro inminente de diversos focos, populismos radicales de Maduro en Venezuela y los rescoldos todavía humeantes de la izquierda marxista. Meses después esa misma derecha aprendía que no era tan fiero el león como lo pintaban. Ante la primera pérdida de votos en la formación de Pablo Iglesias, el PP cambió de estrategia. Ahora la amenaza procedía del Partido Socialista que se había atrevido a pactar con los radicales. Estábamos, por supuesto, en plena crisis del bipartidismo. Las conversaciones de IU con el líder de Podemos a la búsqueda de una posible” unidad popular” se estrellaron por la compleja personalidad de Pablo Iglesias. Total, que aquí no sucede lo que con tanta facilidad se ha dado en Portugal, al menos hasta que no se conozcan los resultados del 20-D. Llama la atención oír a la izquierda española pregonando todos los días la necesidad de cambio. La salida de la crisis yo la interpretaría de otra manera a como la concibe Montoro. La crisis ha sido una de tantas enfermedades cíclicas del capitalismo. La derecha lo que ha hecho es salvarse a sí misma a través de recortes, salarios precarios, despidos libre, privatizaciones de lo público para dar la imagen de recuperación. Los trabajadores han perdido parte de sus derechos; la desigualdad ha ido creciendo. Si la izquierda quisiera de verdad un cambio, lo primero que tendría que hacer es unirse dejando aparcadas sus viejas flatulencias.
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