Como era previsible, en términos numéricos, la entrevista del Presidente del Gobierno en Tele 5 cuadruplicó la audiencia televisiva cosechada por el debate a tres organizado por El País. Claro que ganar en términos de "share" no es lo mismo que estar a la altura de una democracia madura. Mariano Rajoy es un candidato más. Un ciudadano que no debería parapetarse tras la púrpura para eludir el debate con quienes, si los ciudadanos así lo estiman, pudieran llegar a sustituirle.
La España del siglo XXI es un país que ha cambiado respecto de cómo éramos hace unos pocos años, pero parece que Mariano Rajoy no se ha enterado. O hace como que no quiere enterarse de que no sólo hay nuevos actores políticos sino que los ciudadanos quieren y tienen derecho a saber qué ideas y qué planes tienen quienes se ofrecen para guiarlos. En el debate entre Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias, los espectadores pudieron sacar sus propias conclusiones acerca de lo que singulariza a cada uno de los partidos a los que representan. Y más cosas: cuánto hay de verosímil y cuanto de brindis al Sol en los programas que defienden. Los debates sirven para hacer balance de los gobernantes y para colocar en el escaparate las ideas, ofrecer alternativas y denunciar corrupciones o abusos de poder. Obvio es subrayar que quien llega al debate con cuatro años de gobierno está mucho más expuesto a las críticas. ¡Faltaría más! Pero esa es la esencia de la democracia. Por eso, de entrada y digan lo que digan los asesores: quien hurta el debate, lo pierde. Mariano Rajoy fue el gran ausente del primer debate que abre campaña. Aunque quienes le aconsejan, le hayan dicho que su entrevista con Pedro Piqueras fue vista por muchos más ciudadanos, le ocultan el dato esencial de los cambios profundos en la sociedad española en los últimos tiempos. Cambios que, en apariencia, el propio Mariano Rajoy parecía haber advertido cuando tras el ensayo de insurrección del "Parlament" y los atentados de París invitó a La Moncloa a los líderes políticos de las fuerzas emergentes. Acertó entonces. Erró el lunes, al convertirse en el gran ausente. Rectificar es de sabios. Todavía está a tiempo para participar en un debate con todos.
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