A pesar de que me ofrecieron diferentes razonamientos, nunca supe en realidad por qué los ferroviarios y personal colateral tenían en “El Caso” , el auténtico semanario de sucesos de la madrileña calle de Covarrubias, número uno, una más que representativa audiencia. De estas y otras curiosidades de aquel entonces conversaba, hace unos días, con un jubilado ferroviario que se ha integrado en la plataforma Califal, esa asociación cívica que parece haber despertado en los ciudadanos almerienses la perdída conciencia del inexplicable retraso que arrastra nuestra provincia en infraestructuras, en general, y en las comunicaciones, en particular. Con el surgimiento de la Mesa del Tren parece que los ciegos ojos de las administraciones, las pasadas y presentes, quieren despertar a una realidad que cuenta más de un siglo y que ha estado ahí, en la puerta de nuestros desplazamientos, en las tediosas e inacabables esperas de los desvencijados convoyes articulados o en las travesías cuasi siberianas para viajar desde Almería a Barcelona, a Madrid o a la mismísima capital de la Autonomía. Es loable la iniciativa de la Mesa del Tren, la intensa actividad desplegada por Califal, el manifiesto en defensa del ferrocarril y tantas otras actividades que, no es casualidad, han surgido en los últimos tiempos para asomarse a la ventana electoral de nuestros días. No es mal momento para tocar el silbato de la adormecida conciencia almeriense. No es mal momento para que en un saludable ejercicio de autocrítica entonen el mea culpa y reconozcan con sinceridad humana su incapacidad en la gestión de las infraestructuras ferroviarias de esta tierra. Tal vez sea el momento de dar a Almería lo que es de Almería, no sea que haya que recordar exterminios ferroviarios, como el de la línea del Almanzora y otros desaguisados. No sea que el tren del futuro sea como el de Olula..ya se sabe, que pita más que rula.
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