Hacer memoria es, tras un frívolo olvido, la de Carmen de Burgos y Segui; que ha servido para engrosar el acervo cultural y literario de su tiempo y, la antesala, de la época que nos toca vivir.
En un periodo de la Historia de España que coincide con los últimos brotes del Romanticismo y el Regeneracionismo, mezcla de pasión, libertad y racionalidad hunde sus raíces vitales y literarias la escritora almeriense Carmen de Burgos y Seguí (1867-1932) en Almería y Rodalquilar, donde vuelca sus vivencias y despierta su actitud ante la vida. Un viaje físico y reflexivo a donde la autora traslada su personalidad, que se nutre del mejor recuerdo.“En mi querido Valle de Rodalquilar se meció mi cuna, se vive esa tierra primitiva y hermosa...con su rudeza salvaje se modeló mi espíritu en los ideales de Justicia y Humanidad”. “En plena naturaleza, pasé mi adolescencia mirando al mar y con un libro en la mano”.
La vida de esta escritora almeriense no es al uso, como la de esas mujeresde finales del XIX y principios del XX, sino que conocer sus circunstancias es dar al traste con ese modelo de mujer decimonónica sumisa y castrada. Carmen crece en el ambiente de una familia de terratenientes, hija de José Burgos Cañizares, vicecónsul de Portugal en Almería, y país inseparable en la vida de la autora. Siguiendo las costumbres de la época, contrae matrimonio muy joven, con el periodista Alvarez Bustos, hijo del Gobernador Civil de Almería, pero la inmadurez y las deplorables circunstancias del matrimonio, junto a su ansia vital, le llevan a un pronto desenlace. Liberada del yugo marital, la escritora que se va gestand se embarca en un proyecto de justicia social.
Ya maestra, Carmen, con su única hija en brazos, María, se traslada a Madrid y, con el nombre literario de Colombine, en ese arduo camino de la emancipación, se convierte en mujer pionera del periodismo en España y de los derechos de la mujer en particular, al mismo tiempo que una polifacética figura, que se dice a sí misma “Soy independiente y libre... jamás pensé en el ascenso personal a costa de mi libertad o abjurar de mis condiciones”.
Sus propuestas como la ley del divorcio, la abolición de la pena de muerte, el sufragio universal femenino a las puertas del Congreso y (al lado de Clara Campoamor), la reforma del Código penal etc., se convierten, con el tiempo, en auténticas conquistas sociales. Una trayectoria ampliada con una beca del Ministerio de Instrucción Pública para ampliar estudios en el extranjero y que se plasma en “Viajes por Europa”, constituyen una mirada atenta por la que nos asomamos a la sociedad europea del s.XX.
Carmen rompió convenciones. Su relación, sentimental y literaria, con Ramón Gómez de la Serna formó parte de esa bohemia madrileña, imprescindible, de principios de siglo XX. Pero con el fin de la Guerra se estableció un tupido velo a su figura, también ensombrecida, por la del escritor, que se vería relegada a un maltrecho silencio.
Su obra literaria se enmarca en un lienzo descriptivo donde el amor va en busca de la libertad y, al margen de condicionamientos sociales. Un cuadro de mujeres fuertes lucha de clases sociales, búsqueda de lo genuino en un mundo rural, como un paraíso perdido, lleno de valores y amenazado por el progreso “civilizado”, en una España que Carmen lamenta, con ironía y sátira, el expolio cultural y artístico.
Carmen habla con la belleza y la fuerza del lenguaje, a raíz de un trágico asesinato acaecido en Níjar (1928) y construye su testamento vital Puñal de Claveles, (1931) donde la muerte es desterrada y se invoca el goce de existir.
Por deseo expreso de la autora, sus restos se hayan depositados en el cementerio civil de Madrid. Allí, una pluma libre y afilada, convierte a su figura, en una huella en la rampa de la vida.
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