Las negociaciones para formar gobierno acaban de empezar y, por tanto, es pronto para adivinar cuál va a ser el final. Sí hay cuestiones que parecen claras: Rajoy quiere formar gobierno y gobernar en minoría con apoyos en la investidura (del PSOE) y acuerdos puntuales (con quien sea). Para conservar su poder está dispuesto a hacer lo que no ha hecho en cuatro años: dialogar y acordar.
Rajoy y Sánchez no se entienden. Sánchez sabe que la única opción de sobrevivir en política es formar un gobierno imposible: con su principal enemigo, Podemos, con los nacionalistas, con ERC y con quien se deje. En el PP hay voces importantes que desearían que Rajoy se fuera y en el PSOE algunos temen que Sánchez acabe con el partido.
Pablo Iglesias no tiene prisa: si Sánchez acepta sus condiciones, no sólo tocará poder sino que acabará fagocitando al PSOE. Y si el PSOE se deteriora, los votantes pueden auparle al liderazgo de la izquierda.
Ciudadanos ofrece un acuerdo a tres con el PSOE y el PP. Y espera. Como esperan también los problemas que hay que solucionar en los próximos meses si no queremos que se frene la recuperación económica y que los nacionalistas, en manos de la CUP, se aprovechen de la debilidad de las instituciones.
Vistas así las cosas, y mientras siguen las conversaciones, se constituyen las Cortes e inicia el Rey su ronda de consultas, tal vez haya que pedir grandeza de miras a los líderes de los dos grandes partidos para que pongan su cabeza a disposición de un pacto posible. Un pacto entre PP y PSOE, con mayoría absoluta para afrontar las grandes reformas pendientes -lucha contra la corrupción, ley electoral, reforma de la Administración, pactos por la educación y la Justicia, garantías de la unidad de España y la igualdad entre los españoles, vivan donde vivan, y poco más- en un plazo concreto de tiempo y, tras esas reformas, volver a la contienda.
Si a ese pacto se suma Ciudadanos, tanto mejor. La voz de Albert Rivera, pese al fiasco electoral, parece ser una de las pocas que trae sentido común para encontrar salida a los caminos que parecen no tenerlas. Es tiempo de "finezza" y de hombres de Estado. La historia reciente no permite ser optimistas, pero hay que dar oportunidades a los políticos para que recuperen la confianza de los ciudadanos.
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