El 20 D sitúa al AVE más lejos

Las elecciones celebradas el 20 de diciembre han dejado una situación política ingobernable en el país. Y de forma dicional también circunstancias sobrevenidas nada ben

Pedro Manuel de La Cruz
23:53 • 09 ene. 2016

Los almerienses no hemos hecho buen negocio con el resultado de las elecciones. No por la capacidad de los diez representantes elegidos; ni por su voluntad por defender los intereses de la provincia. No pongo en duda su compromiso. 
Las dudas aparecen cuando se mira el mapa político dibujado el 20 D y sus consecuencias. Los españoles hemos decidido una situación política ingobernable. Con los votos perdidos del bipartidismo han sobrevenido circunstancias que en nada benefician a circunscripciones de relevancia menor como la almeriense.
En la legítima aspiración de la llegada de la Alta Velocidad, el olvido de quienes nos han gobernado durante los últimos cuatro años ha sido una circunstancia tan negativa como puede llegar a serlo la disparidad programática de quienes, en uno u otro lado, aspiran a gobernar. Contra el desdén siempre queda la esperanza fundada de que una presión bien diseñada en la estrategia y mejor planificada en el argumento pueda vencerle; contra la disparidad programática de coaliciones forzadas por la aritmética electoral la batalla está (casi) condenada al fracaso. Nadie sabe qué va a pasar en los próximos dos meses, pero el atajo más seguro en la previsión es que habrá que ir a unas nuevas elecciones que quizá, solo quizá, puedan disipar algo el terreno pantanoso en el que ahora nos encontramos. Pero mientras eso llega atengámonos a la realidad. 
Una realidad que pone sobre la mesa algunos argumentos incontestables. El primero nos sitúa en la voluntad expresada públicamente por PP y PSOE de que esta iba a ser la legislatura del AVE. Nunca he creído mucho en la palabra de los políticos- y menos en campaña-, pero sí me acerco (aunque con prevención) a la convicción de que populares y socialistas tenían asumida esta reivindicación. El PSOE porque ya lo demostró durante el gobierno de Zapatero con centenares de millones invertidos en los tramos almerienses. El PP porque, tras su censurado olvido cuatrienal, estaba obligado a hacer ahora lo que tenía que haber hecho antes. 
Pero los Presupuestos no van a ser cosa de dos a partir del próximo año. Han aparecido nuevos actores en escena que, si bien es verdad que enriquecerán la obra, no es menos cierto que dificultarán el desenlace.
Porque digámoslo claro: Ni Ciudadanos ni Podemos van a situar la llegada del AVE como una aspiración a satisfacer mediante la inclusión en Presupuestos de grandes partidas para ello. Los programas de Iglesias y Rivera tienen otras prioridades antes que la extensión geográfica de la alta velocidad ferroviaria; no a Almería, sino a cualquier otra provincia española. Nadie lo ha dicho en campaña abiertamente, pero la filosofía “podemista” y la “línea económica” que inspira a Ciudadanos discurren por vías alejadas de la vertebración ferroviaria
 Pero si estas circunstancias de imposible cohesión aritmética y programática ya dificultan la aspiración almeriense, la debilidad de un gobierno sin mayoría sólida que lo respalde sólo viene a echar más leña al fuego en el que puede quedar abrasada esa aspiración. Los gobiernos débiles solo son atractivos para adolescentes de la política y profesionales de la cofradía de la tertulia. Para los ciudadanos nunca lo han sido; y, para las provincias sin relevancia política en los centros de poder, como es Almería, esa debilidad extrema solo puede acarrear perjuicios. Las mayorías absolutas corren el riesgo cierto de acabar en la soberbia; las minorías debilitadas en la inacción. Y las dos circunstancias son indeseables cuando se aspira y se necesita una gobernanza que tenga en cuenta las próximas generaciones y no las próximas elecciones. Lamentablemente en todos los partidos, en todos, ya se está pensando más en lo segundo que en lo primero.
Si la política es el arte de ordenar lo desordenado, la matemática es una ciencia exacta a la que no puede burlar cualquier coalición conceptualmente dispar. Hoy por hoy el pacto PP-PSOE es inviable, por mucho que se empeñe Rajoy; tan inviable como el acuerdo PSOE- Podemos, más independentistas, por mucho que se empeñe Pedro Sánchez.
Así las cosas todo hace pensar que en mayo volveremos a las urnas. La solución no es buena, pero, a la vista de la realidad, quizá pueda ser la menos mala de todas. Sobre todo si la niebla comienza a disiparse y pudiera aparecer la posibilidad de un gobierno con pilares más sólidos que los que propició el 20D.   


 







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