Desde uno de los balcones de la casa de las mariposas recibieron los niños de Almería las voces de los actores de la tarde de reyes. ¡Como estaba de gente la puerta de Purchena! La entrada de pajes, hachones de luz en sus manos, visto desde la altura de un segundo piso, fue de un colorido y espectacularidad digno de repetirse. ¿Se caerán o no se caerán sus majestades de los camellos en su entrada en el kilómetro cero de la capital? No se cayeron. Bien seguros debían de ir sobre ellos. Y subieron al balcón, y recibieron los primeros aplausos de los niños, arrobados y felices ante sus apariciones. Y entonces empezó el paripé. ¿Qué pintaba el señor obispo en el balcón? ¿Y el alcalde? Les estaban dando la bienvenida a los magos de oriente. Buenos, si es por educación y cortesía, qué le vamos a hacer. ¿Entendieron los niños el discurso del señor obispo? Una buena lección de catequesis, no me cabe duda, pero no para darla desde un balcón y en el día de reyes. Y con todo fue el único de los tres que hizo partícipes al final de su larga intervención a los niños. Nada importante, ni siquiera entrañable ante la fecha que se vivía le dijo a los niños el alcalde almeriense desde ese púlpito instalado en uno de los más nobles edificios de la historia de Almería, pero destaquemos que fue breve y eso es de agradecer, es de desear que a los adultos les diga algo más interesante desde el despacho del ayuntamiento. Y le llegó el turno de hablar a su majestad. Tuvimos un mago reivindicativo, que no está nada mal ante los tiempos que se viven, un mago que habló de paz, de solidaridad, de derechos. Pero que no habló de los grandes protagonistas que estaban en esos momentos debajo del balcón que lo acogía. Me dio la impresión de que los protagonistas no supieron o no quisieron acercarse a lo que de verdad se celebraba en ese momento en la Puerta de Purchena: El día de la ilusión de unos ojos todavía inocentes, de unas miradas llenas de miedo, estupor, alegría o asombro. Esos pequeños protagonistas de la tarde de reyes no sé si entendieron lo que desde ese balcón se les dijo. Algo me dice que esos mensajes tienen que buscar otros estadios, otros protagonistas. Era la ilusión de nuestros hijos y nietos lo único que en ese momento nos importaba a los presentes. Y sólo queríamos que fueran felices.
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