Según los acontecimientos que se avecinan, parece que lejos de solucionarse los problemas políticos de España, muy al contrario; se agravan.
Nos separan unas escasas fechas en las que se afirmaba que el bipartidismo se había acabado, rompiendo la hegemonía acostumbrada de un grupo dominante legislador y el de la oposición.
Hemos visto cómo los cuatro partidos más votados, incapaces de ponerse de acuerdo, han mantenido a nuestro país en el vacío legal más absoluto, esperando unos pactos que no se producen por intereses de líneas unidireccionales de cada uno de los programas que rigen los grupos políticos; además se distinguen por reinar una gran división interna, caso del ( PSOE ), difícilmente se van a defender los intereses de los ciudadanos, y mucho menos se van a resolver los problemas vitales que les afectan.
Todo este desinterés por la polis, por los ciudadanos, por aquellos que hemos confiado y sufrido debates electorales donde campaba más a sus anchas el insulto que la verdadera problemática social. Estamos asistiendo a un constante enfrentamiento de quienes nos tienen que gobernar, una derecha torcida, una izquierda desunida y un centro que se tambalea constantemente. Hemos y estamos padeciendo problemas de carácter territorial que están influyendo, no solo en su autonomía, sino en el territorio nacional, y todo esto sumado a lo que está cayendo.
El problema catalán ha estado a punto de forzar unas nuevas elecciones y hemos oído declaraciones del nuevo y honorable presidente de la Generalidad de Cataluña, donde afirma “dejarse la piel” para lograr el independentismo, o sea más de lo mismo; yo le diría al señor Puigdemont que se dejase la piel en solucionar los problemas más graves de Cataluña, como son el desempleo, la educación y los múltiples casos de corrupción.
Todo esto me recuerda a Platón y su la carta VII de la República, su diálogo más importante, donde se aferra a la realidad de que sean los filósofos los que gobiernen, la intención es clara; todo aquel que ejerza el gobierno de un Estado ha de conocer el Bien y la Justicia. El conocimiento es, por tanto, condición necesaria para el buen gobierno.
Platón se reafirma en la idea de Bien, como generadora de la episteme, del conocimiento, que se alcanza mediante un procedimiento mayéutico, dialéctico que es un proceso educacional donde nos veremos investidos de los valores de la responsabilidad y la justicia, algo de lo que carecen nuestros políticos.
Queridos lectores esto ya se dijo en el siglo V a de C y aún no hemos aprendido. Quiero terminar con esta frase:
la curiosidad de la tentacion es la droga que nos lleva al pricipicio.
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