Todos tenemos historias que contar sobre las tapas de Almería y su importancia en las relaciones sociales. En la Europa del norte y del frío una mujer me contaba lo que disfrutaba en el Quito Toro de nuestra capital cada vez que algunos de sus viajes la llevaban hasta su barra y aquellas patatas fritas con huevo que no conseguía degustar en la hermosa, fría y poco gastronómica Europa. Bajaba como mínimo una vez al año con la familia a disfrutar de nuestras tapas.
Uno recuerda con añoranza la jibia o los riñones (menos conocidos pero no por ello menos suculentos) de los Claveles. Algunos con más edad nos acordamos de un bacalao a la vizcaína (glorioso e inmejorable) que nos ofrecían en El Castilla. Casa Joaquín te freía la hueva como nadie. En Pescadería estaba la Barraquilla y su mero a la vinagreta que quitaba el sentío. Y en el Bombón hacías tiempo mientras salía de la cocina el pescaíto frito de nuestra bahía. Si les preguntamos a los almerienses, seguro que cada uno nos habla de un bar y de una tapa que guarda como tesoro culinario a recordar. Tuvimos unos momentos duros, no vayan a creer. Te acercabas a una barra y sólo te ofrecían, tocineta, morcilla o lomo. ¡No le acepto que se meta con la morcilla! Perdón. Estoy de acuerdo, un bocata de morcilla calentita con un pan tiernecito es un manjar. Pero nos han dado cada morcilla en algunos bares.
Los tiempos de los plancheros pasaron y llegaron a nuestros bares los cocineros. No era la cocina de la abuela disfrutada en nuestros tiempos de juventud, mejoraban presencia y combinaban sabores. Jugaron con los paladares y han ganado la batalla. Ahora se llaman “gastrobares”. Tampoco está mal el nombre, hay que adaptarse a los tiempos. Creo que están haciendo una gran labor y está consiguiendo que algunos clientes, cansados de la dichosa tocineta, vuelvan a poner sus codos en las barras. Cierto que el pescao y el marisco sigue siendo líder cuando se sabe freír y asar, y ejemplos de ello tenemos en muchos bares de nuestra provincia. No puedo estar en contra, creo que usted tampoco, de que “la tapa” de Almería se convierta en un aliciente turístico más de esta tierra, todo lo contrario, creo que lo ha sido durante muchos años y me parece importante que se potencie desde las asociaciones de hostelería y las administraciones.
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