Mucho se dice y se escribe sobre corrupción para abrigar eufemísticamente comportamientos execrables e inadmisibles en un régimen democrático regido por el Estado de derecho.
Me pregunto a qué punto hemos llegado para admitir como cotidiano y natural convivir y estar sometidos al gobierno protagonizado por auténticos traidores. Sí, no se trata de buscar la estridencia mediante gruesos conceptos, es adaptar el comportamiento con el lenguaje.
Ya tuvimos un notable traidor que prefirió eludir sus responsabilidades ante la crisis en beneficio de sus intereses partidistas. Perdimos casi dos años con ZP calificando de antipatriotas, tristes, agoreros… a los que urgiesen a tomar medidas ante una crisis cierta que, aún en campaña, Solbes negaba la evidencia ante un perplejo Pizarro.
Ahora, los traidores no se dedican a negar la evidencia o abocarnos a la ruina por la senda del sectarismo; simplemente, delinquen, se ciscan en las leyes vigentes y alardean de desmantelar el Sistema por el procedimiento de la traición que, cuando cuenta con ayuda externa (enemigo), se tipifica como alta traición.
Secesionismo, independentismo, derecho a decidir… son eufemismos en clave política de una acción que, emprendida y continuada al margen de la Ley, es simple traición. Amenazar con quitar el sueldo a los funcionarios públicos que se declaren no independentistas (San Hipólito de Voltregá) es bullying laboral y traición. Si el portavoz de la CUP en Barcelona vomita “si el rey quiere corona, corona le daremos, que venga a Barcelona y el cuello le cortaremos”, es traición, amenaza… y la madre que lo parió.
Esto no es cuestión de exhibicionismo de bebés en el Hemiciclo, estética rastafari o incendiarios juramentos. Se ha traicionado al electorado que, por supuesto, no ha querido esta macedonia de posibles pactos que auspicia Pedro Sánchez; otro Zapatero corregido, aumentado y urgido a tomar el más sinuoso y tortuoso camino para salvar su cabeza sin importar qué infringe para infligir un daño de angustiosa reparación.
Y no entro en las expediciones/romerías para cursos de formación para la autodeterminación de los pueblos a bordo de fletes aerotransportados de la dictadura bolivariana o la posible financiación de la dictadura iraní. Y, según tengo informado, la cosa no se queda ahí; hay más, y más degradante.
Al traidor también le adorna la cualidad de caradura cuando la displicencia alcanza el grado de descarado desprecio.
En nuestras coordenadas locales hemos reaccionado con airado corporativismo ante los llamados paracaidistas o cuneros que se han llevado lo suyo por parte de la crítica; sin embargo, la eximente es notoria cuando se trata de radicales de la izquierda en posesión de bulas y coartadas progresistas.
Recuerden, si pueden, que hubo una vez un tal David Bravo que se presentó -lo presentó-Podemos desde Sevilla, y vino a Almería; reconoció conocer nada de la provincia; prometió visitar Cabo de Gata; salió elegido diputado por Almería; recogió su credencial un propio… y aún está por aparecer en carne mortal por esta tierra que tanto le premia con la negación de un profundo rechazo y merecido chorreo.
¿Se imaginan esto en un diputado del PP o C´s? Bueno, mantengo la esperanza en la anunciada visita al Cabo; al fin podrá distinguir la diferencia entre los accidentes geográficos costeros (cabo), y la definición de su comportamiento político (golfo).
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