Ayer tanto la prensa como la radio y la televisión no se privaron de comentar la posible investidura a la presidencia del Gobierno de Pedro Sánchez. No estoy muy seguro si se trataba de una noticia con suelo real o de un “matutazo” de la derecha interesada en sondear el ambiente. Lo que sí parece cierto es que Podemos, el principal escollo que tiene el PSOE para llegar a un acuerdo, está suavizando algo sus líneas rojas con vistas a negociar con Pedro Sánchez. Aunque tampoco faltan los recelos de los barones socialistas territoriales, un pacto con todas las fuerzas progresistas es posible.
Bastaría hacer uso del dialogo, la pluralidad y las reformas, como escribe César Luena. Lo que ocurrió el día 20-D en este país resulta crucial para entender el tiempo que se avecina. La mayoría de los españoles piden cambio. El PP dice sin cesar que es el partido que ha ganado las elecciones y por tanto se siente el más legitimado para gobernar. Si esto fuera así no tendríamos que ver al Rey llamando a consulta a los partidos parlamentarios para ver a quién encarga formar gobierno. Más cierto es que el partido Popular ha perdido 3,5 millones de votos, que está de corrupción hasta las cejas, y que un 43% de sus militantes no está satisfecho con el comportamiento encarnado por Rajoy como Presidente. Por tanto dejémonos de miedos al futuro y seamos realistas. Hay que modernizar la economía si no queremos que la riqueza de este país sea solo de unos cuantos; hay que acabar con los recortes, con los desahucios, con el exilio laboral de nuestros jóvenes; hay que reformar la ley de educación, embolado forzado por la mayoría absoluta. En suma, se precisa una política progresista distinta a la que nos quiere imponer la derecha europea a base de “austericidios”.No entiendo por qué el partido conservador tiene tanto miedo al cambio. Cada vez que la izquierda goza de la más mínima posibilidad de gobernar este país, resuenan las trompetas del apocalipsis: los mercados se cierran, las empresas se desaniman, el país pierde la estabilidad como barco azotado por la tormenta, los pájaros ya ni cantan, las nubes tampoco se levantan, una desgracia. Sin embargo, con Felipe González no todo se fue al carajo…
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