La estrategia de Pedro Sánchez

Emilio Ruiz
01:00 • 24 ene. 2016

Situémonos en las jornadas previas al 20-D. La opinión unánime de los sondeos marcaban el siguiente panorama: por un lado, victoria del PP, que podría formar Gobierno con el voto positivo o la abstención de Ciudadanos; por otro, la duda de si el segundo partido más votado sería el PSOE o Podemos. ¿Qué pasó en las elecciones? Tres cosas: una, que el PP fue, efectivamente, el partido más votado; dos, que C’s no cumplió expectativas y sus diputados no eran suficientes para investir a Rajoy, y tres, que Pd’s no pudo dar el ‘sorpasso’ al PSOE.
A nuevo panorama, nuevas estrategias. La del PP fue, desde el minuto cero, echar la pelota al tejado de Pedro Sánchez y requerir su voto y el de Ciudadanos “ante el peligro de los populistas y los secesionistas”. Ciudadanos se sumó a la idea y apuntó también al PSOE. Podemos se sentía cómodo viendo al PSOE sumido en la depresión. Y el PSOE, anclado en el desconcierto y con las baronías con los nervios a flor de piel. En el trasfondo, la repetición de las elecciones, con dos seguros beneficiarios: Rajoy, que se merendaría a parte de Ciudadanos, y Pablo Iglesias, que haría lo propio con el PSOE.
La situación socialista era, pues, muy delicada. “Tome el camino que tome –se decía- va camino del desastre”. Para salir del atolladero tenía que emplear fórmulas imaginativas, y es lo que está haciendo Pedro Sánchez. En mi opinión, de forma inteligente para los intereses de su partido. Primero, ha marcado territorio respecto a Rajoy (“nadie nos ha votado para elegir un presidente del PP”). Y después, ha deshecho el embate de sus barones, algunos de los cuales buscaban más el titular de un telediario y la satisfacción de su ego que la solución al problema que se les planteaba.
Pero, sobre todo, donde Pedro Sánchez se está mostrando más hábil es en el tratamiento de Podemos. Si hace unos días Pd’s se vislumbraba como futuro triunfador –junto al Partido Popular- en la salida de esta enrevesada situación, hoy se ve a Podemos como un partido fragmentado y desconcertado y con un Pablo Iglesias incapaz de cumplir los compromisos que había adquirido con sus ‘confluencias’ territoriales. Iglesias está viendo que no hay que prometer lo deseable sino lo posible.
 Pedro Sánchez se va a presentar en el comité federal del día 30 con la sensación de que puede ser el próximo presidente del Gobierno. Y se va a presentar con algo aún más valioso: con la sensación de que la presión que sobre él se ha ejercido –y aún se ejerce- está siendo desviada hacia un Pablo Iglesias que tiene que elegir entre hacer presidente a Pedro Sánchez y prescindir de muchas de sus líneas rojas –principalmente, el derecho a autodeterminación- o ir hacia un adelanto electoral.







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