Aquejado por su maltrecha salud, el escritor Robert Louis Stevenson pasó sus últimos años en la isla de Upolu, en Samoa, donde el autor de “La isla del Tesoro” encontró la calma y el clima propicios para contar historias de un modo que pocos más han conseguido. “El primer amor, el primer amanecer y la primera isla de los Mares del Sur son recuerdos aparte”, dejó escrito Tusitala (“El que cuenta historias”, en samoano) que es el nombre que puede leerse sobre su tumba. Pero no es necesario recorrer el Pacífico para trazar una línea divisoria entre los recuerdos que queremos rescatar y aquellos que nos interesa sepultar. “Mi memoria es magnífica para olvidar”, decía también el padre literario del pirata Long John Silver. Y algo de eso le está pasando al PSOE cuando quiere llevar por el mango la sartén política española, pretendiendo además que los españoles caigan en un ejercicio de amnesia colectiva. Y es que sólo desde esa disparatada pretensión puede entenderse el discurso de los socialistas respecto de la imposibilidad de pactos con el Partido Popular, del que se apartan haciendo aspavientos para evitar tiznarse. Produce una conmovedora turbación escuchar al Secretario de Organización del PSOE, César Luena, diciendo que permitir que gobierne el PP sería “una manera de blanquear al partido de la corrupción”. Insisto en que quien dice en tono despectivo “el partido de la corrupción” es un alto cargo del PSOE, partido que ha acreditado experiencia y desparpajo a la hora de mangar fondos públicos durante años. No caeré en el error de enumerar ahora todos los casos de robo en los que el PSOE, al igual que todos los partidos con responsabilidad de gobierno, está envuelto. Me limitaré a decir dos cosas: que la desmemoria colectiva no puede decretarse y que la supervivencia de los dos partidos pasa, necesariamente, por una limpieza en profundidad de cargos y cargas.
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