La agricultura utiliza aproximadamente dos tercios de toda el agua consumida en el mundo, porcentaje que suele ser mayor en zonas áridas y semiáridas con fuerte desarrollo agrícola, como el litoral mediterráneo español. En un futuro próximo, la mayor necesidad de alimentos, derivada del esperado aumento de la población mundial y la mejora de su calidad de vida, conducirá a una mayor demanda de agua para regar los cultivos y aumentará la competencia por este recurso.
La modernización de las infraestructuras de distribución y aplicación de agua de los regadíos españoles han permitido un ahorro y aumento de la eficiencia en el uso del agua. La optimización se consigue cuando se aporta la dosis justa de agua en el momento oportuno para satisfacer unas necesidades hídricas del cultivo.
Tecnologías
En las últimas décadas se han generado amplios conocimientos y herramientas para ajustar los riegos a las necesidades de agua de los cultivos. Además, existen diversas tecnologías a disposición del agricultor que prestan soporte en el manejo del riego y la fertilización, tales como modernos programadores de riego, sensores, sistemas de recomendación de riego, etc. Recientemente, el fuerte desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) ha dado lugar a grandes avances en sensorización, comunicaciones, procesamiento de datos y que son accesibles desde cualquier dispositivo conectable a internet.
La combinación de todas estas herramientas, cada vez más, prestarán soporte y ayuda a los productores para mejorar la gestión del agua a nivel de parcela.
IRRIX
En este contexto, Cajamar ha participado, junto a IRTA, CICYTEX, UAL y Lab-Ferrer en un proyecto de automatización del riego del INIA donde una aplicación instalada en la nube (IRRIX) es usada para programar automáticamente el riego en parcelas de tomate en invernadero (Almería), manzano y almendro (Lleida), ciruelo (Badajoz) y olivo (Badajoz).
IRRIX se encarga de recoger los datos de los sensores, procesarlos y de establecer cada día nuevas dosis de riego que son enviadas a los autómatas para que estos las ejecuten sin intervención de ningún operario.
En este sentido, el invernadero se ha mostrado como un elemento altamente eficiente en el uso del agua. A modo de ejemplo, en la cuenca mediterránea la producción de una tonelada de tomates al aire libre necesita entre 50-60 m3 de agua, mientras que en los invernaderos de Almería las necesidades están entre 25-30 m3.
Si la eficiencia se expresa en términos económicos (como euros generados por la producción por cada metro cúbico de agua empleado en riego), esta es hasta 6 veces superior a la del olivar y 55 veces mayor que la del maíz. Esta mayor eficiencia en el uso de agua se debe a que las necesidades de riego de un cultivo en invernadero son como mínimo un 30 % menores que para ese cultivo al aire libre, ya que el invernadero reduce la radiación solar y anula el viento.
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