Si hubo un comercio en la Almedina y su entorno que se convirtió en faro de todo un barrio, ese fue el de Balta. Su presencia ha tenido continuidad desde 1960 y todavía sigue en pie, ahora en mano de sus hijos.
Baltasar Jiménez Sánchez nació en Almería el ocho de junio de 1925, en la calle del Gran Capitán. De los recuerdos de su infancia siempre destacaba el de los días de la guerra civil, cuando las familias del barrio se refugiaban en las cuevas de Duimovich cada vez que sonaba la sirena anunciando el inminente bombardeo.
Su vida fue siempre el trabajado y su vocación el mostrador. Tenía dieciséis años cuando entró a formar parte de la plantilla de empleados de Segura, en aquellos tiempos el comercio más importante que había en la calle de las Tiendas.
Balta se formó en aquella pequeña universidad del comercio liderada por doña Andrea Guijarro y su hijo Pablo Segura, en una época en la que como el género estaba todavía escaso, tenían que irse a Cataluña a comprarlo para poder ser competitivos. Vendían medias, calcetines, pañuelos, hilos, lanas, guantes, productos de belleza, de limpieza, y todos los años, por Navidad, llenaban los escaparates con los mejores juguetes. Montó hasta un taller de reparación de medias en un tiempo en el que nada se tiraba y unas medias tenían que durar toda una vida.
Casi veinte años en Segura le sirvieron de aprendizaje y lo empujaron a convertirse en empresario. En 1960, Balta decidió montar una mercería un local de la calle de la Almedina, haciendo esquina con la calle de la Estrella. Allí despechaba ropa, bisutería, lana, colonias a granel, y todos los productos de quincallería que tanta demanda tenían en aquella época. En la tienda de Baltasar Jiménez se podían adquirir hasta sujetadores y ropa interior femenina. Más de una vez, cuando Balta pasaba por la barra del bar Casa Juan, también en la Almedina, a tomarse unas cañas o a compartir una partida de dominó con los amigos, uno de los camareros solía recordarle en broma: “Balta, eres el único hombre que se sabe la talla de sujetador de todas las mujeres del barrio”.
Balta, además de un buen negociante, era un asiduo de las tertulias del bar de Juan y un cliente fiel de Casa Puga, donde frecuentaba una de las esquinas. Era habitual que casi todos los días, después del cierre de los comercios, un grupo de empleados y empresarios de la calle de las Tiendas y sus alrededores se citaran para compartir una charla al calor de una botella de vino. Casi siempre, la conversación derivaba en una discusión de fútbol, una de las grandes pasiones de Balta. Estuvo ligado de por vida al Almería, ya estuviera en Tercera o en Primera División. En 1964, cuando se abrió una suscripción profichajes para el C.D. Almería, Baltasar Jiménez Sánchez fue uno de los particulares más generosos, aportando cien pesetas, que entonces eran un capital.
La mercería de Balta se transformó en droguería cuando en 1975 se trasladó a un local más amplio, en la misma calle de la Almedina. Él estuvo al frente del negocio hasta que su hijo, Baltasar Jiménez Campuzano, le fue dando el relevo. Con el padre primero y después con el hijo, la tienda de Balta siguió siendo una referencia no sólo en el barrio, sino para su fiel clientela que llegaba también de Pescadería y de la Plaza de Pavía. El padre falleció en 2013, un año antes que su hijo.
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