¿Queda flamenco puro?
Vengo de un antes y un después, que es Camarón. El mundo está muy globalizado. Escucho muchas músicas, que luego las pasas al flamenco y suenan como el flamenco. Los puristas deben existir, pero algunos se hacen sectarios. El cajón, por ejemplo, no estaba en España. Paco de Lucía lo trajo de Perú y ahora forma parte de nuestra música, que está viva.
¿Qué ‘palo’ podría acompañar este momento que vivimos en España?
(Se queda pensando). Unas seguiriyas, que es un lamento, para ver si hacen las cosas bien... Porque si le ponemos ritmo los políticos van a seguir igual (risas).
Le dijiste a Pepa Fernández en RNE que cuando uno se baja del escenario tiene que ser persona. Cuando sube, ¿qué ocurre?
Tienes que concentrarte e involucrar en tu estado anímico a miles de personas. Tu música es una prolongación de tu cuerpo. Cuando subo no soy nadie, ni José ni ‘Tomatito’. Sólo quiero acordarme de las notas (risas).
¿Has vivido pánico escénico?
Sí, he llorado antes de salir. Me pasaba después de la muerte de Camarón. Me moría de miedo. Después no me ha pasado porque he entendido que la gente no venía a hacerme daño, sino a agradar. El público es tu amigo. El tiempo me ha dado eso, el saber que la gente está contigo.
¿Qué te pasó con el disco “La leyenda del tiempo”?
Lo hice con Camarón en el 79 y luego se convirtió en un gran éxito, pero a mí me parecía feo. Lo que pasa es que con su voz era otra cosa. Camarón fue el rey de los gitanos, ha sido el más grande. Mi madre lo echó de casa porque no quería que yo fuera artista. Era un prototipo, hacía cosas que no acostumbraban los flamencos, como dejarse barba.
Aprendiste mucho junto a él, pero con el paso de los años, ¿qué lecciones has sacado de aquel tiempo?
La curiosidad por la música. Cuando se enteraba de que alguien de un pueblo que no quería salir de su casa era bueno, él iba a verlo. Hoy tenemos Youtube... (señala el móvil).
Me decía Alejandro Reyes que cuando se fue Camarón querías venirte a Almería a vender en los mercadillos, y él te animo a que tocaras.
Fue una época jodida. Pensé: después de estar con Camarón, ¿quién va a querer que yo le toque la guitarra? Sí, Alejandro, que es un amigo extraordinario y lleva Almería por bandera, me animó muchísimo. Empecé, pasándolo muy mal hasta que me “entangarillé” y me convencí.
¿En qué países raros has actuado?
En Finlandia, porque veía a la gente muy blanca y ‘colorá’ y no pensaba que iban a venir al teatro. Pero me equivoqué. No puedes pensar mal de nadie... También llevo veinte años yendo a Japón. Es un público respetuoso.
¿Qué músicos te han puesto el vello de punta?
George Benson, Pat Metheny o Paco de Lucía, que nos ha embrujado a todos los flamencos y nos ha dejado colgados y pillando moscas. Michael Jackson tenía también un ritmo especial. Michelle Camilo, uno de los mejores pianistas del mundo... Y Frank Sinatra, con quien estuve de telonero en el 93. Cantaba ‘New York’ y parecía que estabas en la ciudad.
¿Por qué te cuesta tanto salir de Almería?
Se está aquí maravilloso. Te das cuenta cuando sales. Los que se quedan no lo valoran. Tenemos playa, montaña, ¿qué queremos más? Pero como buen almeriense, no conozco bien la provincia (risas). Hay lugares preciosos y por lo menos sé que existen (sonríe). Hay amigos que han venido y al principio han dicho que Almería es fea, pero luego se dan cuenta de que no. Porque, como se dice, “hasta las verdes caen”.
¿Qué es lo que más te aburre?
El fútbol cuando el partido no es interesante. Me gustan el Madrid y el Barça, pero soy un poco más del Madrid (sonríe socarrón).
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