El combate medieval seduce a Almería en pleno siglo XXI

Un grupo de almerienses apuesta por este deporte de lucha que gana adeptos gracias a Internet

Alejandro, Antonio y Juan Bonillo Díaz, Emilio Rodríguez Jiménez y José Manuel Uroz en el castillo de Almodóvar del Río en Córdoba.
Alejandro, Antonio y Juan Bonillo Díaz, Emilio Rodríguez Jiménez y José Manuel Uroz en el castillo de Almodóvar del Río en Córdoba.
María Medina
13:42 • 02 oct. 2016

El almeriense Diego Bonillo Díaz es enfermero, trabaja en Torrecárdenas y bromea con que ha nacido tarde. “Unos cinco siglos, más o menos”. Practica Bonillo  el combate medieval, un deporte “poco usual”, que no es una mera recreación histórica, sino que implica lucha cuerpo a cuerpo. Es un deporte de contacto que se practica en grupo y que, en España, ha vivido un boom desde hace unos cinco años.




Practicar combate medieval implica la práctica de un deporte considerado de riesgo, supone imbuirse del espíritu del medievo, beber su historia y revivir su épica. Los almerienses que ya lo practican y participan en torneos nacionales e internacionales, no sólo luchan sino que también construyen su propia armadura y durante los días en los que dura el torneo viven en tiendas medievales.




“Lejos de cualquier tipo de aparato tecnológico, en tiendas de campaña y comiendo del puchero al fuego”, explica Emilio Rodríguez Jiménez, almeriense de 29 años, y medalla de oro en el último torneo de combate medieval organizado a nivel nacional en las modalidades cinco contra cinco y diez contra diez. “El único lujo que nos permitimos es una ducha”, apunta este auxiliar administrativo.




Amantes de la historia y también de las leyendas artúricas, han convertido su pasión por el medievo en la práctica de un deporte que empezó a desarrollarse en Rusia y otros países del Este hace unos 20 años y que ya ha contagiado (gracias en parte a Internet) a deportistas de los cinco continentes.




Esto “no es un full contact con traje medieval”, asegura Rodríguez, que explica cómo a sus impulsores, la recreación medieval se quedó corta y querían mayor dureza. “Empezaron a protegerse mejor y buscaron armaduras exactas a las que portaban los caballeros entre los siglos XIII y XV. Crean reglas y equipos”, los mismos que ya se baten en duelo o invaden lizas en castillos como el de Belmonte en Cuenca o el de Almodóvar del Río en Córdoba.




Los primeros aficionados a este deporte en España encontraron en Internet la mejor forma de compartir información, afición e incluso patrones de armaduras medievales. En Almería, José Manuel Uroz, vecino de Campohermoso, y también luchador, y Emilio Rodríguez contactaron con otros luchadores y empezaron hace ya más de tres años a quedar una vez al mes en el castillo de Belmonte para entrenar.




Entrenamiento
“Aquí en Almería entrenamos, como podemos, en el Tito Pedro, pero lo interesante es hacerlo en un castillo como el de Belmonte y que su dueño, el conde Javier Fitz-James Stewart, ha cedido para practicar este deporte”. Hasta Cuenca se han desplazado los aficionados almerienses durante más de un año. Y allí, España organizó el primer torneo internacional de combate medieval. Un evento que supuso un gran tirón para este deporte.




Fue entonces cuando el enfermero Diego Bonillo se enganchó al combate medieval. Hoy, estos tres almerienses forman parte del equipo Bohurt Zona Sur, uno de los cerca de diez que ya existen en España. Entrenan en el castillo de Almodóvar del Río y no cejan en intentar que Almería, a través de sus instituciones, se vuelque con un deporte “espectacular”.


Armaduras y mitos
Las armaduras que portan, muchas hechas artesanalmente, son recreaciones exactas. Además, las reglas del juego no permiten alteraciones históricas. Es decir, que si el casco es del siglo XIII, el resto de la armadura no puede ser de un siglo posterior. Ser escrupulosos con la historia implica “beber de códices medievales y estudiar libros en bibliotecas on line”, dice Rodríguez.


Una vez hecha la armadura (o comprada), entra en juego  el deporte. Ir a la batalla implica estudiarse unas reglas basadas en la seguridad. “Nos lesionamos, sí, pero la tasa de lesiones no es superior al 2%”, apunta Bonillo.


“Lo peor es el calor que da la armadura (que pesa unos 30 kilos) y su acolchado interior. Podemos estar a 50 grados”, señala Rodríguez, que reconoce que un caballero con armadura “no es torpe”. “Puede correr, saltar y levantarse del suelo sin ayuda”.



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