Hace unos años te liaste la manta a la cabeza y creaste tu propio centro de formación. ¿Querer es poder?
Sí, y la verdad es que lo hice cuando acababa de ser padre y llevaba tres meses en el paro, al igual que mi mujer. Corría el año dos mil doce, cuando España estaba a punto del rescate, y no fue una decisión fácil. Pero me lancé. Estaba pasando un tren y era el momento de cogerlo. Tenía un bagaje profesional y también me ayudó el entorno, como la Asociación de Jóvenes Empresarios o la Fundación Eduarda Justo, que a través de los seminarios ‘Líderes del futuro’ me animó a lanzarme.
Lleváis cuatro años y ya os estáis expandiendo por España...
Sí, porque vimos que el modelo de negocio era escalable. Estamos en Madrid y en el resto de Andalucía. Y gracias a proyectos singulares como uno de prevención de violencia de género con la Diputación de Almería hemos logrado reconocimiento nacional. Por otra parte, te das cuenta de que cuando sales fuera se te quitan todos los complejos. Crees que no eres nadie pero en calidad y servicio nosotros estamos por encima de grandes centros de formación madrileños, por ejemplo.
¿Qué fue lo más difícil al montar la empresa?
Decir ‘voy a ser empresario y voy a arriesgar mi patrimonio’. Es dar un paso al vacío, pero con el paracaídas de mi experiencia. Y es un camino de difícil retorno, porque en España cuesta tener una segunda oportunidad.
Dicen que uno no sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta. ¿Crecemos con las alas cortadas o nos las cortan por el camino?
Creo que la persona tienen unas capacidades superiores de las que se cree. Cuando eres empresario, como es mi caso, te encuentras contigo mismo y sacas lo mejor de ti. Es muy importante la autoestima y la seguridad en uno mismo, porque esto es como una montaña rusa.
¿En España queremos a los líderes hasta cierto punto? Nos gusta que alguien triunfe, pero sin pasarse, entusiasman los emprendedores, pero no los empresarios...
Es cierto. Se debería educar a los niños para que valoren la figura del empresario, que crea riqueza. Considero también que el empresario es dueño de su destino y tiene más fácil autorrealizarse que una persona que trabaja por cuenta ajena.
¿Cómo son los jóvenes que están empezando a trabajar? Son muy criticados, supongo que como en todas las épocas, pero tienen grandes talentos, ¿no es así?
A mí me fascina la capacidad, conocimiento e ilusión que tienen las nuevas generaciones. No comparto en absoluto lo de la generación “ni-ni”. Están muy preparados y tenemos que apostar por ellos porque son el futuro de España.
Eres padre de tres hijas. ¿Qué les quieres inculcar?
Valores como el trabajo, el sacrificio o el respeto. Y que aquí no se regala nada. Para eso tienes que dar ejemplo.
¿Cuáles son tus grandes pasiones?
Una de ellas es el fútbol, con “mi” Almería, que lleva dos años muy malos pero también nos dio grandes alegrías en el pasado. Ojalá cambie el rumbo. Y por supuesto compartir con mi familia. Nos encanta viajar. El último viaje ha sido a Noruega, en donde he estado dos veces.
¿Qué traerías de Noruega, además de salmón?
(Ríe) Pues me llama la atención que allí las relaciones de pareja son mucho más tempranas. A los dieciocho años los jóvenes se emancipan y el Estado financia sus estudios universitarios. Y es normal que a los veintiuno o veintidos años tengan hijos.
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