El badén que separaba dos mundos

Separaba el centro de la ciudad de la Carretera de Granada, el último tramo que recorrían los entierros

Eduardo del Pino
15:00 • 21 nov. 2016

Era el primer badén de la Rambla de Belén, el que enlazaba la calle del General Saliquet (hoy calle de Granada), con la Carretera de Granada. Era conocido también como el badén de La Gloria, porque formaba parte de esa manzana donde el viejo bar le daba prestigio al barrio, y también como el badén de los entierros, porque hubo un tiempo en el que casi todos los funerales pasaban por allí en su camino hacia el cementerio. 

Los duelos se detenían a unos metros del badén, frente al bar La Gloria, para que los acompañantes despidieran al difunto y a sus familiares. Impresionaba contemplar aquella imagen en la que el ataúd era llevado a hombros, con el cura y los monaguillos abriendo el séquito, acompañados en su caminar por un profundo silencio que sólo se quebraba con los llantos de los familiares y con los rezos del sacerdote pidiendo el descanso eterno del alma del difunto. Si hay una estampa que defina a la calle de Granada de la posguerra, esa es de los entierros que por allí cruzaban a diario, abriendo un paréntesis en la intensa vida comercial del lugar y en ese tránsito permanente que tenía la zona, por ser puerta  de entrada principal hacia la Puerta de Purchena y el Paseo.

Conocimos el badén de la calle de Granada cuando todavía era un cauce de tierra, cuando los vecinos se quejaban amargamente de las aguas turbias que atravesaban el desnivel y cuando el ayuntamiento se planteó adecentarlo para que formara parte de la ciudad. 

Fue en 1969 cuando se abordó la pavimentación de los badenes y también del cauce, con el fin de dedicarlo a aparcamiento de vehículos. En 1976 el badén se volvió a adecentar, esta vez gracias a las obras de alcantarillado, tan necesarias para cortar la salida de aguas fecales, tan frecuentes entonces. En aquella época el badén de La Gloria era uno de los puntos de mayor tránsito de la ciudad. Todo el tráfico que entraba por la Cuesta de los Callejones y atravesaba la Carretera de Granada camino del centro tenía que cruzar por el badén. 

Por allí pasaban también los vecinos del barrio de Los Ángeles, los de San Félix y los de la Cruz de Caravaca, y también los profesores y alumnos de la Escuela de Maestría.  La puesta en marcha de este centro educativo llenó de juventud y de luz aquel trayecto tan acostumbrado a las sombras de los entierros. La Escuela de Maestría había empezado a funcionar en Almería en el curso 1961-1962, ocupando el solar del antiguo edificio donde estuvieron las destilerías de don Ángel Fernández Mateos, en la Carretera de Granada.

Conocimos el badén cuando al otro lado, en el comienzo de la Carretera de Granada, sólo se veían las azoteas de las casas de puerta y ventana que llegaban hasta el barrio del Inglés y cuando a comienzos de los años setenta empezaron a construir los grandes bloques de edificios que se llevaron por delante la esencia de un barrio y la huella de un tiempo. Lentamente, las largas cuestas que subían por los cerros de la Molineta se fueron cubriendo de ladrillos y los viejos cortijos, las huertas y las balsas dieron paso a una maraña de urbanizaciones que formaron el barrio de Los Ángeles, un auténtico caos urbanístico que cambió el aspecto de aquel barrio que empezaba en el badén y se extendía hasta el paraje de la Cruz de Caravaca. 

A la sombra de las nuevas edificaciones, los viejos negocios como el bar La Gloria o el surtidor de gasolina que se asomaba al balcón del muro de la Rambla, se empezaron a quedar anticuados. El badén de la calle de Granada fue cambiando su aspecto, pero no perdió su condición de lugar de paso y no disfrutó nunca de ese aire arrabalero y familiar que sí tuvo el badén del Barrio Alto, con sus pequeños negocios de garbanzos y dulces donde la gente se paraba camino del Barrio Alto. 







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