El gigante del Camino de Ronda

En 1949 se iniciaron los trabajos para construir el sanatorio de la Bola Azul

Eduardo del Pino
15:00 • 30 nov. 2016

Desde las plantas más altas se podía ver el mar y hasta contar los barcos de pesca que al atardecer se perdían sobre la línea del sol. Qué pequeña parecía la ciudad contemplada desde las ‘almenas’ de aquel gigante de ocho pisos que se alzaba en medio de los huertos, junto al Camino de Ronda. Cuando en la primavera de 1949 empezaron a construir el edificio de la Bola Azul, el lugar era un paraje lejano, un rincón escondido en medio de huertos y cortijos, a mitad de camino entre el Barrio Alto y Los Molinos de Viento. 

Al sur, entre arboledas y campos yermos, aparecía un pequeño campo de fútbol que el industrial almeriense don José Aznar había mandado construir para darle realce al equipo de su empresa, el Motoaznar, que en aquellos años fue una de las referencias deportivas de la ciudad. Junto a esta instalación, empezaban a verse los cimientos del nuevo edificio del Seminario, en la Carretera de Níjar, y al este, los amplios ventanales del Manicomio y la garitas del Diezmo, con su aire de fortaleza antigua. 

Cuando la conocida como Residencia Sanitaria del Seguro de Enfermedad empezó a levantarse los núcleos urbanos más cercanos estaban al pasar la Carretera de Ronda, donde aparecía el Barrio Alto, y al otro lado de la Carretera de Níjar, hacia el sur, con el popular barrio de Regiones, cuyas viviendas empezaron a habitarse desde los últimos meses de 1944. Todo lo que constituía el entorno más próximo al sanatorio era vega y cortijos dispersos que se extendían hacia levante hasta la barriada de Los Molinos y hacia el norte hasta las instalaciones de la Magnesita, junto a la Carretera de Granada.

Cuando las obras se encontraban en pleno apogeo y se trabajaba a un ritmo acelerado llegaron a estar empleados trescientos obreros, que hicieron posible que la estructura de hormigón de sus ocho plantas se realizara en el plazo récord de cien días. Cuatro mil toneladas de cemento, quinientas toneladas de hierro, dos millones y medio de ladrillos y medio millón de azulejos para levantar una soberbia estructura que en aquel tiempo causó impacto en una ciudad que todavía no conocía la construcción vertical y estaba anclada un siglo atrás en cuestiones urbanísticas. La Bola Azul fue uno de los primeros gigantes que se levantaron en Almería, tras cuatro largos años de obras. Más de cien millones de pesetas de inversión para construir un complejo que paliara las graves carencias en infraestructura sanitaria de la época. La Residencia ‘Virgen del Mar’, como se llamaba oficialmente, trajo trescientas nuevas camas, diez quirófanos, tres salas de partos, un ambulatorio anexo y unas modernas instalaciones con los últimos adelantos técnicos.

En los diez primeros años de existencia pasaron por allí más de dieciocho mil enfermos internos y en sus dependencias nacieron más de cinco mil almerienses. Las habitaciones de los encamados contaban con un servicio de megafonía para que los domingos pudieran escuchar la Misa que el capellán ofrecía desde la capilla, situada en la planta baja del edificio. 

En el semisótano había un departamento de despiojamiento, por donde pasaban los niños de las familias más humildes antes de entrar en el quirófano y los enfermos antes de ser ingresados, y una zona mortuoria con su sala de duelos y de autopsias. 
 







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