60 años a la orilla de la carretera

La pensión-bar Mi Casa lleva más de medio siglo instalada en la vieja Nacional 340 en la entrada de Antas

Eduardo D. Vicente
15:00 • 16 dic. 2016

Todo sucedía en aquella carretera, la única que comunicaba Almería con Murcia, el escenario por donde le entraba la vida a todos aquellos pueblos del Levante. Era la vieja Carretera Nacional 340,  donde afloraban los pequeños negocios familiares, herederos de las antiguas posadas de los caminos que vivían de los arrieros y de los caminantes. 

Cuando en 1956 Gabriel Carretero García y su esposa, Beatriz Pérez Navarro decidieron poner un negocio a la orilla de la carretera, todavía pasaba un coche de vez en cuando, pero todos los camiones, todos los autobuses y todos los carros que atravesaban aquel lugar a la entrada de Antas, paraban un rato aunque sólo fuera a comprar tabaco a tomar un café o buscando unos minutos de conversación. Nació como pensión y bar, en un escenario humilde como lo era todo en aquel tiempo: una casa de dos plantas con el bar abajo y las habitaciones para los clientes arriba. Nació con esa atmósfera doméstica  que caracterizaba a la época, cuando la mayoría de los pequeños negocios eran empresas familiares donde el hombre y la mujer trabajaban sin descanso, donde los hijos heredaban el oficio y la vocación, donde el trato al público era tan cálido que uno tenía la sensación de estar en el salón de su casa sentado alrededor de la mesa de camilla. Quizá por eso los Carretero bautizaron su establecimiento con el nombre de ‘Mi Casa’.

Como era habitual también en aquel tiempo, el bar-pensión fue mucho más. Fue un sitio de referencia permanente y un estanco por el que pasaban todas las cartas sin rumbo fijo y todos los recados que iba dejando la gente. Allí no existían los horarios, ni los días de fiesta ni las vacaciones. Siempre que hubiera un cliente, la luz permanecía encendida. Los propietarios contaban como anécdota que había temporadas en las que no sabían dónde estaba la llave, ya que las puertas estaban siempre abiertas. 

Por allí pasaba todo tipo de gente y lo mismo paraba el Gobernador civil y su comitiva cuando iba de viaje por los pueblos que el más humilde carrero que cargado de naranjas necesitaba recuperar fuerzas a la orilla del camino. 
El matrimonio trabajó duro para poder sacar el negocio adelante y para  darle de comer a sus cinco hijos: Gabriel, Paquita, Pepe, Juan y Andrés, que desde niños se criaron detrás de la barra, aprendiendo a ganarse el pan con esfuerzo. 

Gabriel y Beatriz estuvieron al frente del establecimiento durante veinticinco años, hasta que les llegó la hora de descansar y dejarle paso a  su hijo Juan, que tras diez años en Suiza regresó para darle continuidad al bar. Allí había trabajado en un restaurante, donde llegó a ocupar el puesto de encargado, por lo que trajo la experiencia suficiente para revitalizar el viejo negocio al lado de la carretera. En 1980 emprendió importantes reformas, convirtiendo la pensión y el bar en un hotel de dos estrellas, instalando enfrente un nuevo restaurante. Eran los tiempos de la moda de las celebraciones, cuando por una primera comunión, por una boda o por un bautizo la gente organizaba un banquete. ‘Mi Casa’ siguió creciendo y hoy se mantiene firme a pesar de las dificultades de los nuevos tiempos. Ahora esté en manos de Antonio y Gabriel Carretero, nietos de los fundadores, que han tenido que trabajar duro para adaptarse a un escenario diferente, el que quedó después de que la vieja carretera nacional se convirtiera en un camino secundario, a la sombra de la autovía.







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