Habla el padre de una de las víctimas: "Esta catástrofe nos ha destrozado"

La familia recibió la confirmación de su muerte tras horas buscándola

La familia de cynthia, una de las tres víctimas de la tragedia sucedida la noche del lunes en La Molineta, ayer a las puertas de su vivienda en el Ba
La familia de cynthia, una de las tres víctimas de la tragedia sucedida la noche del lunes en La Molineta, ayer a las puertas de su vivienda en el Ba
Rosa Ortiz
12:59 • 04 abr. 2017

Cynthia, la niña de 15 años que falleció trágicamente la noche del lunes en el incendio en una cueva de La Molineta, firmaba sus fotos en Instagram como ‘mami_versace_01’. Tenía más de 600 seguidores y las últimas fotos que subió a la red social fueron de ese mismo día. Hay una, que ayer circuló de móvil a móvil entre sus amigos, en la que se ve a Cynthia en segundo plano, cubriéndose la cara tímidamente. Junto a ella, en la imagen aparece otra niña: ojos grandes, morena, con un pendiente en la nariz. Es Naima, la segunda menor que murió en el siniestro. Tenía solo doce años, según confirmaron ayer fuentes policiales. 




Las tres víctimas -las dos niñas y un joven de 21- vivían en el Barrio Alto, a escasa distancia de donde el lunes, de forma dramática, encontraron la muerte. Sus familias, conmocionadas, trataban ayer de digerir una tragedia de proporciones gigantescas. Nada podrá volver a ser como antes. “Nos han destrozado la vida. No sabemos cómo vamos a poder salir de ésta. ¿Cómo se supera algo así?”, preguntaba ayer Jorge González, el padre de Cynthia, con el gesto desencajado, en estado de shock y con una sensación de irrealidad ante la catástrofe reflejada en unos ojos enrojecidos por las lágrimas.




Los padres de Cynthia, Jorge y Raquel,  se trasladaron a la capital desde El Ejido a finales del pasado verano y recalaron en el Barrio Alto, donde ha vivido desde siempre la familia. Con ellos, se trajeron a sus tres hijos, Sarai, de 18, Cynthia, que el pasado 1 de marzo había cumplido los quince años y el pequeño Adrián, de diez. La mujer está, además, embarazada de cinco meses. El bebé en camino sería el cuarto hijo de la pareja. 




Desde primera hora de la mañana, cuando la confirmación de la muerte de Cynthia era ya un hecho, a la casa familiar, una vivienda de dos plantas escondida entre las calles laberínticas del barrio, se acercaron muchos familiares para intentar consolar a los padres y hermanos de la niña. 




“La última vez que vi a Cynthia fue el martes pasado, en Torrecárdenas, cuando  fue a visitar a su abuela, que está hospitalizada. Me enteré de lo que había pasado a las doce de la noche por una amiga, que supo del incendio en La Molineta. ‘Creo que una de las niñas que ha muerto es tu prima’, me dijo. Llamamos a su hermano y nos dijo que la estaban llamando pero que no cogía el teléfono ni aparecía por ningún lado. Fue entonces cuando nos vinimos a su casa  y ya aquí nos lo confirmaron”, explicó ayer a este periódico José Francisco Soriano, primo de la fallecida. 




No contestaba al móvil
Su madre y su hermana habían intentado localizarla cuando por el barrio empezó a correr como la pólvora que en una de las cuevas de La Molineta se había desatado un incendio. El mal presentimiento se convirtió en drama cuando, pasadas las diez de la noche del lunes, se confirmó que los bomberos habían hallado tres cuerpos acurrucados y casi calcinados al fondo de la cueva y que uno de ellos pertenecía a la chica. “Cada noche, al volver del trabajo, pregunto a mi mujer por los niños.




Ayer, Cynthia no contestó a los mensajes ni a las llamadas que le hicimos al móvil. Nos empezamos a preocupar mucho y después ya nos dijo la Policía que era ella”, decía ayer su padre. En el interior de la vivienda, Raquel, la madre de la niña, anestesiada por el dolor, era consolada por sus familiares más cercanos. Sus sollozos rompían a cada poco el amargo silencio que se mascaba fuera. “Ese chaval nos ha arruinado la vida. Pero que sepa que la misma ruina que él nos ha traído, se la vamos a devolver. Esto puedes ponerlo en el periódico”. Las palabras de Jorge, pronunciadas lentamente, sonaron como una letanía. 




El hombre, con el alma encogida en un puño, se acercó rápidamente a La Molineta, cuando supo de la tragedia. A escasos doscientos metros de donde se había desatado el infierno, los familiares esperaban alguna noticia de los servicios de emergencias, de los bomberos o la Policía. 


Cynthia, decía ayer su padre, era una niña buena, soñadora y muy guapa, con los mismos gustos e idéntico comportamiento al de cualquier otro adolescente. “Nunca se portó mal ni hizo ninguna gamberrada. No sabemos lo que vamos a hacer a partir de ahora. Esta catástrofe nos ha destrozado”.  



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