El arrabal viejo de los pescadores

Entraba dentro del distrito del Puerto y lo formaban el Camino Viejo, las Canteras Viejas y el Hospicio Viejo

Eduardo D. Vicente
18:00 • 04 may. 2017

Todo era viejo en aquella manzana. Cualquier detalle te llevaba medio siglo atrás, hasta los nombres de las calles llevaban grabado el peso de los años. Formaba parte del distrito del Puerto y aunque pertenecía por historia al barrio de la Chanca, estaba más abierto a la ciudad por ocupar los cerros que se extendían frente al muelle y gozar del privilegio de la bahía. 


Allí aparecía el Camino Viejo que en otro tiempo era la principal vía de comunicación con los pueblos del poniente. Hasta los primeras décadas del siglo pasado era muy utilizado para acortar el camino con los pueblos de Enix y Felix. Allí estaba el Callejón de las Canteras Viejas y el paraje de las Canteras Viejas, y allí aparecía el pequeño barrio del Hospicio Viejo, recordando al asilo infantil que desde 1834 ocupó una de las llanuras del cerro, frente al barranco del Saltador. 


El hospicio para los niños abandonados tuvo una vida muy corta, ya que treinta años después el edificio ya se encontraba cerrado. En septiembre de 1884 los médicos de la ciudad consiguieron que el local se reabriera para instalar un hospital provisional para el desgraciado caso de que la epidemia de cólera que empezaba a castigar a otras poblaciones cercanas invadiera también la ciudad de Almería. En 1912, junto a la casa del hospicio se instaló un depósito de carbón del empresario Juan Están Belda. 




El viejo arrabal frente al puerto fue, como el resto del barrio de la Chanca, un lugar abandonado durante décadas. Cualquier progreso que llegara a la ciudad tardaba lustros en alcanzar aquel distrito. Uno de esos adelantos que se hicieron esperar fue el del alumbrado público. En el verano de 1910, cuando algunas calles principales de Almería ya sabían lo que era la luz eléctrica, la Compañía Menjemor instaló 27 faroles de gas en el Hospicio Viejo, en la calle Colomer y en las llamadas casas de Terriza. 


El barrio, desde el Camino Viejo hasta el barranco del Saltador, conservó su aspecto primitivo hasta la década de los años sesenta, del pasado siglo. Hasta entonces fue un refugio de pescadores. El noventa por ciento de las familias que lo habitaban vivían del mar. En el caso del Hospicio Viejo, en  el año 1955 todos sus habitantes eran pescadores, excepto el vecino Felipe Soto que se dedicaba a poner inyecciones. 




El Camino Viejo y el Hospicio Viejo estaban pegados a rincones con solera como eran la Cuesta del Muelle y las calles de Cara y Colomer, pero formaban un mundo aparte. Estaban tan integradas en el cerro, que se habían acostumbrado a su aislamiento. 


Cuando se metía un temporal de lluvia aquellas cuestas de tierra se transformaban en lagunas de barro que dejaban a sus vecinos incomunicados. Los pocos metros entre las calles principales del barrio y los arrabales parecían a veces kilómetros. Internarse en sus recovecos era como meterse en el túnel del tiempo. 




En los años cincuenta, todavía estaban habitadas todas las casas y las cuevas que se extendían a lo largo del Camino Viejo. Allí vivían unas cuarenta familias que formaban un pequeño poblado al margen de la ciudad y del propio barrio de La Chanca.Entonces las casas no tenían agua y la gente del camino tenía que ir a lavarse al Saltador, donde el agua de la lluvia que venía de los cerros se iba acumulando en las balsas naturales que formaban las piedras. Junto al agua se reunían las mujeres para lavar la ropa: las Caballas, las Gómez, las del Morenillo, las Guaguas, la Mochi, las Cándidas, la Gurucha, niñas, madres y abuelas que pasaron por aquellos improvisados lavaderos públicos.


El Camino Viejo también lo formaban una serie de personajes que sin vivir allí eran parte de su universo. Era muy querida en  el barrio Carmencita ‘la médica’, que llegaba desde la zona del Ayuntamiento para poner las inyecciones casa por casa. De vez en cuando se dejaba ver por el camino José ‘el retratista’, que con el trípode y la cámara colgada del cuello, escalaba por las cuestas más empinadas en busca de una fotografía que le diera de comer.


En los años sesenta el Ayuntamiento quiso adecentar el arrabal y en la ladera sur, la que se asomaba a la Carrera de Málaga y al puerto pesquero, construyó una urbanización de casas modernas que bautizó con el nombre de Colonia Morato. Fue derribada veinte años después.



Temas relacionados

para ti

en destaque