Los soldados del gran regimiento

Apuntes sobre el Cuartel (y 3)

El cuartel de la Misericordia con uno de los pabellones modernos destacando en medio de los dos patios.
El cuartel de la Misericordia con uno de los pabellones modernos destacando en medio de los dos patios. La Voz
La Voz
14:44 • 27 abr. 2018

Las tropas que habían llegado al cuartel en 1916, pertenecientes al batallón de Córdoba, lo hicieron de forma provisional y no tardaron en ser escasas. Este destacamento era insuficiente y no solucionaba  uno de los problemas militares de la ciudad, que seguía sin tener una guarnición estable en una plaza como la de Almería, fundamental por su situación estratégica con respecto a África. Había soldados habitando el cuartel, pero no había vida militar, ni un regimiento preparado para guarnecer la ciudad y para actuar si la situación así lo requería en Melilla. 



Las fuerzas vivas de Almería seguían reclamando ese regimiento que tanta falta hacía no solo para la seguridad de la plaza, sino también para darle vida a una ciudad que seguía languideciendo. Por fin, a  comienzos de 1919 el ministerio de la Guerra verificó el sorteo para determinar las compañías que corresponderían al bautizado como Regimiento de la Corona número 71, creado para guarnicionar Almería. El sorteo deparó que los primeros soldados destinados al nuevo destacamento fueran de los regimientos de Mallorca, Guadalajara, Vizcaya, Cartagena, Sevilla y Córdoba. 



Desde entonces, los soldados del nuevo regimiento estuvieron vinculados a la historia de la ciudad y sus gestas fueron celebradas como propias y sus tragedias fueron lloradas por toda Almería. Entre las hazañas que protagonizaron sus hombres, destacó la del verano de 1921, cuando el Regimiento de La Corona de Almería recibió la orden de preparar un batallón para realizar una expedición a Melilla, ciudad que estaba en peligro de caer en manos de los guerreros marroquíes que, a las órdenes de Abd-al-Krim, dirigente de la resistencia contra la dominación colonial española en el norte de Marruecos, preparaban el asedio.



El 15 de mayo de 1922, después de diez meses en la zona, el Regimiento de La Corona recibió la orden de regresar. En tierras norteafricanas se dejaron la vida cuatro oficiales, doce suboficiales y soldados y resultaron heridos ciento veinticuatro, de los que algunos murieron ya en Almería. La heroica intervención de los soldados almerienses no pasó desapercibida para el resto de España. El mismo rey, Alfonso XIII, quiso felicitar en persona a los militares del Regimiento de La Corona y el lunes 18 de diciembre de 1922 llegó a Almería para imponerle a la bandera la Medalla militar.



El monarca vino acompañado de Niceto Alcalá Zamora,  ministro de la Guerra, y fue recibido en el andén por las autoridades civiles, militares y religiosas de la ciudad, encabezadas  por el alcalde, Esteban Navarro. Aeroplanos llegados del aeródromo de Granada, despegaron del campo del Alquián  para escoltar el tren y sobrevolar la ciudad ante el asombro de los miles de almerienses que tomaron las calles para ver la comitiva.



Alfonso XIII visitó primero La Catedral y posteriormente hizo entrega de la Medalla al batallón, en un acto que se celebró en el Parque. En su discurso, el rey dijo: “Es un momento de satisfacción inmensa que la primera vez que yo os he revistado sea para premiar vuestras  heroicas hazañas con el Batallón de La Corona, integrado por hijos de Almería. Por vosotros, que llevasteis allí las alegrías andaluzas y vuestro valor indomable, vosotros que no habéis temido al moro”.



Tras las palabras del rey,  se celebró un desfile militar y un almuerzo en el ayuntamiento, servido por el Hotel Simón. Antes de empezar a comer, Alfonso XIII le dio un sobre al alcalde con mil pesetas para que las repartiera entre los pobres. Por la tarde, se trasladó al campo de  tiro de Viator para visitar las instalaciones. En los pueblos de Viator y Huércal levantaron arcos a las entradas de dichas localidades y echaron a volar las campanas al paso del rey, que quedó tan impresionado del recibimiento como del mal estado de las carreteras, prometiendo que haría llegar este problema al ministro de Fomento. 



Para la historia de aquel día, quedó el discurso del  diputado por  el distrito de Vera, Augusto Barcia, que en el salón del Ayuntamiento le habló con  claridad a Alfonso XIII. Expresó su preocupación por la crisis que reinaba en Almería, lo que obligaba a sus hijos a emigrar al extranjero y le expuso las graves carencias que padecían Almería y su provincia: “Esta tierra abandonada es digna de que se transforme. Necesitamos que el puerto se convierta en una base naval de las más importantes y que se construyan cuarteles para tropas de reserva por ser el puerto más cercano a la plaza africana”, manifestó Barcia ante la mirada atenta del monarca.


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