¿’La que se avecina’ puede llegar a ser más real de lo que imaginamos?
Se puede parecer en el planteamiento del problema, pero no en cómo funcionan los vecinos. Imagínate unos vecinos así, ¡te mudas! (risas).
Llevas unos cuantos años en la serie. ¿Cómo es tu relación con el personaje?
Le tengo cariño, pero me ha costado. Hacer de mala y caer bien es difícil. ‘Nines’ es muy hijaputa y muy sincera.
¿El español es cotilla?
Sí, por naturaleza (ríe). A los tíos también os gusta tela el ‘chucu chucu’. En Sevilla se habla del ‘referí’, en el sentido de estar refiriendo algo sobre alguien.
¿La comedia española tiene algo que envidiar a la americana?
Seguramente le tiene que envidiar, y a la inglesa también. Los americanos llevan muchos años. Acuérdate de ‘El príncipe de Bel-Air’. Nosotros entonces teníamos ‘Farmacia de guardia’ y poco más. En la comedia española a veces pecamos de decir más cosas de las que debemos. Quiero decir que en el enfoque de los diálogos si das toda la información el gag pierde fuerza. Es importante la imaginación del espectador.
¿Cuáles son tus series de referencia?
Estuve viviendo unos años en Inglaterra y me gustaron los ‘Little britain’, ‘Right side’, ‘Monty Pithon’, etc. Pero es que yo no he estado en mi casa. He estado más horas en el escenario que en el sofá de casa. Es lo que tiene levantar una compañía.
¿Por qué triunfa más el drama que la comedia?
¡Eso digo yo! Ha ocurrido toda la vida. No ha estado para los intelectuales. En un espectáculo de humor se dicen muchas cosas, muchas verdades.
Has ido con tu compañía al extranjero, con funciones de humor que has tenido que adaptar. ¿Cómo te fue?
La primera vez que actúas en otro idioma piensas: ¿esto va a colar? Y te sorprendes de que sí. Cuando fuimos a Shangai, donde no hablan español, claro, tuvimos que subtitular en chino, y se rieron en los mismos gags. Eso se llama humor de cronómetro (risas).
Hay quien se justifica con ciertas cosas aduciendo que es humor, aunque por otro lado la libertad de expresión está amenazada...
Todo lo que se sube a un escenario es ficción. Habrá a quien le guste y a quien no. ¿De todo se puede hacer humor? Sí, pero hay temas que se deben trabajar muy bien. Con esta era de las redes sociales parece que tenemos que dar una rueda de prensa, qué pesadilla. Reivindico el ‘referí’, el cafelote y las magdalenas. Irse al banco a ‘referí’, ¡abajo las pantallas, arriba las magdalenas! (Risas).
¿Te harta la tecnología?
Sí. Tengo un robot que barre el suelo y no lo he abierto de la pereza que me da leer las instrucciones. Mis hijos no ven tanto las pantallas. Primero hay que estar con uno mismo. No te puedes despertar y que lo primero que veas sean las pantallas. Estamos en la inmediatez de las respuestas. Si te mandan un whatsapp y no contestas parece que eres la peor de los veintidós. ¡Qué bien te sienta salir a la calle solo con veinte euros y las llaves!
¿Cómo está el teatro en España?
Me pillas en una época en la que no me asombro y tengo muchas ganas de asombrarme. Un amigo me decía: hoy los bailaores flamencos son unos virtuosos pero les falta el duende. Y yo ahora mismo no veo el duende. También hay cosas buenas, eso es verdad.
¿Qué es lo mejor de este mundo?
A mí me ha salvado la vida el teatro. Yo era muy peligrosa, tenía mucha energía y era muy disparatada. El teatro me centró. Estoy orgullosa de cuando tomé las riendas de mi vida, aparte de mis hijos. El día que yo esté en paro es que este país va fatal, porque hago de todo (risas).
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