El Alquián se presenta como un antiguo barrio de pescadores, conocido por sus bares de tapas especializados en productos del mar. También es famoso por su churrería, a la que acuden personas de toda Almería cada domingo.
Sin embargo, el declive de la actividad pesquera y el crecimiento de la agricultura de invernadero han ocasionado que la economía del barrio transmute hacia esta última.
Estado actual
Ezequiel, vecino del lugar desde hace 50 años, explica que, hasta hace unos 40, en la zona “no había médicos ni apenas servicios que ahora sí hay”. Sin embargo, considera que en los últimos años el área ha decaído a nivel comercial y residencial. También cree que ha quedado abandonada a nivel municipal, especialmente en el cuidado del bulevar Manuel del Águila Ortega, situado entre las carreteras Níjar-La Cañada y Níjar-Alquián.
Las quejas de los vecinos que viven en la plaza de la Huerta apuntan en la misma dirección. Esgrimen que la falta de poda de los árboles no permite que los rayos de luz traspasen sus copas. “Vivimos las 24 horas del día con la luz encendida porque no llega el sol a las casas”, afirman.
El pinar y el mercado
Ezequiel señala dos elementos que El Alquián ha perdido. En primer lugar, contaba con “el mejor pulmón de Almería”. Se refiere a un pinar situado junto al aeropuerto que disponía de “al menos 10 hectáreas”. Lamenta que dicho espacio perdiera una gran cantidad de árboles en beneficio de nuevas pistas para los aviones, por el aumento del tráfico de vuelos y pasajeros.
En segundo lugar, Ezequiel echa de menos el antiguo mercado, que lleva alrededor de 3 años cerrado y los supermercados que operan en la zona son de reducidas dimensiones. De este modo, la alternativa para los vecinos es dirigirse a La Cañada o al núcleo urbano de Almería.
En cuanto al resto de comercios, no faltan bares en el bulevar, la calle principal. En dicha avenida se observan varias tiendas de muebles, una papelería, una farmacia y una floristería, entre otros negocios. El barrio también cuenta con una pequeña zapatería y una tiendecita de ropa.
Punto de inflexión
Un hecho fundamental modificó la vida en El Alquián: la apertura del tramo de autovía que discurre por el norte del barrio. “Antes, cuando la autovía moría en el aeropuerto, los coches debían pasar por aquí sí o sí, fueran a Cabo de Gata, a Murcia o a Alicante”, detalla un vecino. El trasiego continuo de vehículos propició que surgieran muchos negocios en torno a esa carretera que es ahora el bulevar.
“Hoy la gente utiliza sobre todo la autovía, pero también la carretera de la costa, más abajo. Desde entonces, la afluencia de personas externas al Alquián ha descendido muchísimo”, prosigue.
Limitación geográfica
El hecho de que ya no puedan construirse nuevos edificios en el vecindario no ayuda. Acotado por la autovía y los invernaderos situados sobre ella al norte, un barranco al este, el aeropuerto al sur y más invernaderos al oeste, no cuenta con demasiadas posibilidades de desarrollo urbanístico. “Hay algunos solares al norte, pero como son privados tampoco se puede construir en ellos”, declara el mencionado vecino.
Anclaje inmobiliario
De todos modos, no faltan viviendas. “Hay pisos que se han quedado vacíos o que no han llegado a venderse, como los del bloque en el que se ubica el salón de juegos”, añade.
“También es lógico porque se construyeron durante el boom inmobiliario y apenas han querido bajar los precios. Si una casa aquí cuesta igual que en el centro de Almería, la gente prefiere irse allí”. Lo mismo ocurre con los grandes locales vacíos. “Están sin acondicionar y hacerlo costaría mucho, así que no hay quien los compre”.
Por los motivos expuestos, “apenas se ha mudado gente nueva. Los que viven aquí son los que se instalaron al principio y sus hijos y nietos, si no se han ido a otros barrios. Quien se muda aquí ahora lo hace por necesidad o por cercanía al trabajo, pero que lo hagan por gusto no es frecuente”, continúa el vecino.
Un ambiente distinto
“Hace 20 años había, prácticamente, los mismos edificios que hay hoy”, ratifican en una de las tiendas de muebles. “Ahora vive aquí más gente que antes, pero hay menos ambiente”, lamentan.
“Hoy El Alquián es más una ciudad dormitorio que otra cosa. Los antiguos vecinos sí tenían aquí el lugar de trabajo: o bien tenían sus comercios o bien eran pescadores o trabajaban en la agricultura”, apunta el vecino anterior.
También indica que el ambiente ha variado de manera profusa. “Si antes en esta playa había entre 20 y 30 pescadores, hoy hay sobre 6”. En la agricultura, con los invernaderos, el sistema también ha cambiado. “Los cultivos se encuentran más lejos y en ellos trabaja la familia del propietario o personas inmigrantes a las que se les paga poco”.
Última baza
A pesar de la negatividad inherente a todo lo relatado, El Alquián dispone aún de una jugosa baza: el mercadillo del domingo. “Viene gente de fuera y, como tenemos cafeterías y bares, muchos desayunan por aquí o se quedan a comer después”.
Esta circunstancia ocasiona que los visitantes del mercadillo se paseen por los comercios aledaños. Por eso, a diferencia de otras zonas de Almería, “El Alquián abre los domingos” (o, al menos, los negocios del bulevar).
“Este barrio se conoce por dos cosas: pescado y churros”, comenta el mismo vecino. En el casco urbano hay varias tascas que ofrecen pescado fresco cada día. Asimismo, todavía existe en la playa una “barraquilla” –transformada en restaurante– que es igualmente célebre por sus productos marítimos.
En cuanto a la churrería Isabel, a ella acuden los domingos personas venidas de toda la ciudad y alrededores. “Se forman unas colas impresionantes porque las familias vienen expresamente a por estos churros. También la gente que sale de marcha. A las 4 o 5 de la mañana ya están los de la churrería preparando las roscas para que se las lleven”, apunta el vecino.
Tal vez los churros y el pescado de El Alquián continúen, de este modo, guardando el testigo de las generaciones pasadas, presentes y quién sabe si también futuras.
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