Ana Julia visitó “a diario” la finca para vigilar el cuerpo del pequeño

La acusada, cercada por la investigación, acudía cada día a la finca de Rodalquilar

Dispositivo en el acceso a la finca de Rodalquilar
Dispositivo en el acceso a la finca de Rodalquilar Fran Muñoz
Javier Pajarón
07:00 • 27 jun. 2018

Ana Julia Quezada levanta los pilares de su defensa sobre la versión de una muerte accidental del pequeño Gabriel Cruz Ramírez. La presunta asesina rechaza la existencia de “un macabro plan criminal”, como señaló el juez instructor en su auto de ingreso en prisión, y describe un comportamiento improvisado y errático tras el crimen. Sin embargo, el levantamiento del secreto de sumario saca a la luz un puñado de pruebas para desmontar el relato de Ana Julia Quezada y, más aún, revela las maniobras para ocultar el cuerpo del menor y desestabilizar la investigación durante dos semanas de intensa búsqueda en la Comarca de Níjar.



Según un informe de la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Guardia Civil (UOPJ) al que ha tenido acceso LA VOZ DE ALMERÍA, la acusada visitó “a diario” la finca de Rodalquilar para comprobar que los restos del menor de 8 años de edad permanecían enterrados y que el movimiento de arenas, piedras y tablas no había levantado sospechas.



Ana Julia Quezada estuvo desde el inicio de la desaparición acudiendo a la finca familiar de Rodalquilar, lugar donde había enterrado a Gabriel Cruz”, señalan los agentes de la Comandancia de Almería. “Acudía a diario para verificar que el cuerpo seguía oculto a la vista de cualquiera y que ningún animal u otro factor externo ajeno a ella pudiera haber removido la tierra o los elementos puestos ex profeso en el lugar para disimular el movimiento de tierras”, concluye la UOPJ.




Ana Julia Quezada, de 44 años de edad y ex pareja de Ángel Cruz, estaba sometida a una gran presión por el avance de las batidas. Voluntarios llegados de toda España y personal de seguridad y emergencias construían un dispositivo de búsqueda inédito en el país. Además, la primera semana de búsqueda fue agitada por un fuerte temporal y convirtió el terreno más arenoso en un barrizal. El cerco se estrechaba y la autora confesa del crimen temía por el descubrimiento de los restos del niño.

Utilizó a su hija
El relato de los testigos confirman la frialdad de los movimientos de Quezada, que aseguró a su entorno que visitaba la finca de Rodalquilar porque “le daba paz y tranquilidad”, según explica la Guardia Civil. “De las testificales vertidas, los investigadores también obtienen que Ana Julia Quezada tuvo la sangre fría de utilizar a su propia hija J. para generar sospechas falsas en los investigadores y en el entorno familiar de Ángel Cruz”, precisa el documento incluido en el sumario del denominado Caso Nemo.




La hija de Ana Julia Quezada se desplazó desde Burgos hasta Almería tras conocer la desaparición del niño y, según declaró, su propia madre la llevó hasta el cortijo de Rodalquilar. El cuerpo estaba escondido en un hoyo cavado entre la fachada del inmueble y una pequeña balsa o alberca. La acusada usó presuntamente una pala para hacer un agujero. Luego desnudó el cuerpo para intentar dificultar cualquier seguimiento y luego tapó la oquedad con arena, piedras ornamentales y unos tablones.




Más aún, según la UOPJ, Ana Julia se valió de su hija el 6 de marzo (8 días después de la muerte) y de una prima de Ángel  el día 10 (12 días después de la muerte) para ocultar aún más el lugar donde había enterrado a Gabriel, poniendo tablas de madera encima del lugar, excusándose en que esa actividad le quitaba el estrés”.




La Guardia Civil considera que la sospechosa puso todo de su parte para esconder el cuerpo y entorpecer la investigación. Esta explicación puede resultar clave en el futuro juicio con jurado popular en la Audiencia Provincial de Almería, donde Ana Julia Quezada tendrá difícil justificar atenuantes como la colaboración con la justicia (confesión y colaboración en el registro y la reconstrucción a mediados de marzo).

Asimismo, el informe forense ataca la línea de flotación de su versión de los hechos. El Instituto de Medicina Legal de Almería (IML) halló “varios traumatismos en zona craneal” de la víctima producidos supuestamente durante la maniobra para asfixiar al chico. Los golpes se realizaron contra una superficie plana como el suelo o la pared y, aunque no eran mortales, anticipan una “desproporción de fuerzas”, según el análisis forense consultado por LA VOZ DE ALMERÍA. El sumario coloca a Ana Julia Quezada contra las cuerdas y cuestiona la espina dorsal de su relato sobre el crimen del pequeño Gabriel Cruz.




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