Como fundador y director general de la Caja Rural de Almería y como presidente de Cajamar, de una u otra forma, la figura de Juan del Águila Molina ha estado presente en todas y cada una de las iniciativas planteadas en Almería para conseguir que la fase de crecimiento de las últimas décadas sea sostenible en el tiempo. Especialmente las relacionadas con las innovaciones aplicadas al nuevo modelo productivo agrícola almeriense, al desarrollo de la industria auxiliar, a la mejora de las estructuras propias de comercialización y a la mejora del medio ambiente en el mundo rural, y sobre todo en la modernización de los regadíos y el uso racional del agua (“el combustible que hace crecer nuestra economía”, como él decía), una de sus principales preocupaciones y reivindicaciones, al tratarse de un bien tan escaso como imprescindible para el futuro de la economía y la sociedad almeriense.
Poco amigo de las entrevistas y reportajes, y más del trabajo discreto y reservado, en sus intervenciones públicas no dudaba en exponer sus planteamientos con naturalidad y sencillez. Solía decir que trabajó veinte años como abogado porque de algo tenía que vivir su familia, pero que el campo y los agricultores habían sido siempre su verdadera vocación; y por ello, cuando pudo, se dedicó ya por completo a ellos, a promover su desarrollo, entendiendo que su reto no era otro que hacer cómplice a la sociedad de su actuación.
De ahí que desde el primer momento transmitiera que la Caja Rural era para todos, y la mantuviera alejada del debate político que terminó afectando a otros bancos y cajas, justificando su actividad de acuerdo con los principios de tradición cooperativista diciendo que “el propósito que nos guía es el de dotar a la sociedad de un instrumento útil que cubra las necesidades financieras de la economía familiar y de la mediana y pequeña empresa, dando prioridad a las relaciones humanas y al trabajo de las personas”.
Hombre modesto y de carácter prudente y reservado, de Juan del Águila se ha escrito que era la antítesis del boato y la fama que rodeaba a muchos banqueros de su generación, y que sin duda su figura era la más iconoclasta y singular. No era partidario de recibir reconocimientos ni homenajes personales –deseaba que todos fueran para la entidad-, si bien en 1975 fue distinguido con la Cruz de la Orden Civil al Mérito Agrícola, y ya en los últimos años de su trayectoria profesional fue galardonado con la Medalla de Oro de Andalucía (2002) y la Medalla de Oro de la Universidad de Almería (2005). Asimismo, coincidiendo con su jubilación, recibió la Medalla de Oro de la Ciudad Almería (2007), la Medalla de Oro de la Confederación Empresarial de la Provincia de Almería (2007), el Premio de la Asociación de Empresarios del Mármol (2007), y la Medalla de Oro de la Cámara de Comercio de Almería (2010). También le fue otorgada la Medalla de Oro de la Provincia de Almería (2014) y la Medalla de Oro de la Federación de Regantes de Almería (2017).
Manuel Gutiérrez Navas es periodista, licenciado en Historia y doctor en Ciencias Políticas. Director de Comunicación de Cajamar. El perfil está basado en su artículo publicado en Grandes Empresarios Andaluces, edt. LID Editorial Empresarial. Madrid, 2011.
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