“El día 5 de diciembre era mi cumpleaños, fue una jornada fantástica que, sin embargo, acabó con la peor noticia posible: pasadas las nueve de la noche me llamó mi nuera Elena, quien a gritos me pedía auxilio, mientras tenía en sus brazos a mi hijo Daniel, de 40 años, caído en el suelo sin sentido y sangrando por una oreja y la boca”.
De esta forma comienza su relato José Pleguezuelos, un empresario almeriense que se ha dirigido a este periódico con la única intención de transmitir un sincero y emocionado mensaje de “reconocimiento y agradecimiento” a la labor realizada y a la atención recibida por parte del personal del Hospital Torrecárdenas, que ha “devuelto a la vida”, como dice, a ‘Dani’, quien hoy, apenas un mes y unos días después de un fatídico accidente en el que se llegó a temer por su vida, ya ha sido dado de alta y ha empezado el proceso de recuperación.
José apenas alcanza a reprimir las lágrimas cuando recuerda lo sucedido en los últimos treinta y pocos días, especialmente cuando se remonta a los momentos en los que Daniel fue operado “a vida o muerte”, como le informaron los neurocirujanos del hospital, encabezados por el “doctor José Masegosa, y Antonio Huete, quienes fueron en primera instancia los que hicieron posible “el milagro”.
Sin embargo, este padre quiere hacer extensivo su agradecimiento a “los ángeles de enfermeras, a todo el equipo de intensivistas”, a quienes le atendieron en planta y, en general, a todos los que le asistieron en el centro hospitalario, y también al personal que le practicó los primeros auxilios en la UVI móvil , apenas pasados unos minutos de que quedara inconsciente.
El accidente se produjo en la noche del 5 de diciembre, cuando David probaba una bicicleta eléctrica recién comprada. “Al intentar subirse en una acera para evitar los coches, posiblemente no calculó el peso de la bicicleta, y dio una voltereta, con tal desgracia que vino a caer de cabeza sobre el bordillo. Todo ello fue presenciado por mis nietas, las hijas de Dani, desde el coche, que vieron cómo poco después acudían policías municipales y una UVI móvil que le auxilió en primer lugar, todavía en la calle”, continúa.
Emocionado José se emociona aún más cuando recuerda cómo, al escuchar a su nuera, solo pudo coger su coche y dirigirse desde Almerimar, donde se encontraba, a máxima velocidad, junto a su mujer, hasta Almería. “Ella no me regañó en ningún momento por correr demasiado, como siempre hace”, comenta.
José cree recordar que apenas empleó “20 minutos” en llegar hasta el hospital, donde su hijo ya había sido ingresado. “La gente que le atendía salía de la UCI sofocada. Noté intranquilidad y preocupación. Nos dijeron que estaba en observación, y que la presión cerebral llegaba casi a la línea roja, por lo que decidieron abrirle el cráneo. Tuvimos que firmar el consentimiento. Nos reconocieron que había que intervenir a vida o muerte, que se trataba de unas de las operaciones con porcentajes más altos de mortalidad”, sigue relatando José.
Después de la operación, los cirujanos y el personal dijeron a la familia que a partir de entonces “solo quedaba rezar”.
Amargura Con esa amargura en el alma pasaron varios días en los que nadie se atrevía a darles esperanza ninguna. “Fue tremendo”, dice José, quien no puede evitar echarse a llorar mientras es entrevistado para la Cadena Ser. “Estoy muy agradecido. En un mes, un tiempo récord, gracias a la eficacia y profesionalidad de los médicos, que lo tuvieron 15 días en coma inducido, pero también a la fortaleza y ganas de vivir de Dani a sus 40 años, un hombre sano, sin vicios y dedicado a sus hijos y al deporte, ha podido volver a la vida”, continúa. “Dios quiso que saliera, y poco a poco vimos la luz. Cuando le bajó la inflamación, el doctor me decía: ‘Pepe, que sale’. Y efectivamente, justo al mes y tres días le dieron o el alta y está en casa”.
Una vez que Daniel Pleguezuelos ha pasado lo peor y ha sido dado de alta del Hospital Torrecárdenas, la familia ha dispuesto un equipo de profesionales para continuar con su rehabilitación total, porque aunque está ya consciente, reconoce a la gente y habla bien, aún tiene de vez en cuando algunos “problemillas” en este sentido.
“Mi hijo volvió por Navidad. Cuando recuperó el sentido me dijo: papá, te quiero, contigo no hay quien pueda. Y a su madre le dijo todo lo guapa y buena que es. Lo celebramos en el hospital con una copa de vino y él con un yogur”, termina diciendo este padre agradecido, quien reconoce que se hubiera cambiado “cien veces por su hijo”, para evitarle haber pasado por todo lo sucedido. “Lo único que puedo hacer es darles las gracias , tanto al personal del hospital como a todos los familiares y amigos que han estado con nosotros durante todo este tiempo porque me han dado de nuevo a mi hijo”, repite José una y otra vez.
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