La vocación no entiende de géneros

Francis Gálvez (Ing. Informática) y Emilio Granados (Enfermería) quieren romper estereotipos

Emilio y Francis confiesan que es “un alivio” haber encontrado su vocación y disfrutar de ella.
Emilio y Francis confiesan que es “un alivio” haber encontrado su vocación y disfrutar de ella. Gonzalo Gálvez
Gonzalo Gálvez
07:00 • 11 mar. 2019

Cuando la vocación llama a tu puerta, no importa de qué se trate, ni la edad que tengas, si eres alto o bajo, delgado o grueso, y mucho menos si eres hombre o mujer. Una visita, que casi siempre llega sin avisar, que en el caso de Francis Gálvez y de Emilio Granados, estudiantes de la Universidad de Almería, lo hizo para quedarse.




Para Francis, de 22 años y en el último curso de Ingeniería Informática, su ‘relación de amor’ con los ordenadores, como ella misma lo describe entre risas, comenzó en torno a los 12 años cuando le compraron su primer ordenador. Momento en el que, señala, “empecé a trastear un poco con el ordenador y videoconsolas y ahí me di cuenta de que no sabía cómo, pero mi futuro tenía que ir orientado hacia ese ámbito”.




Una ‘llamada vocacional’, por así decirlo, que en el caso de Emilio, de 21 años y en tercero de Enfermería, no llegó hasta después de Selectividad, cuando al fin se dejó ver. “Tenía ganas de estudiar algo del ámbito sanitario desde que era muy joven”, apunta Emilio, confesando que “iba enfocado a Medicina”. Pero el destino a veces puede ser caprichoso, y no conseguir la nota necesaria para entrar en ella le hizo explorar otras alternativas, entre ellas Enfermería, y descubrir que eso era lo que quería hacer y lo que más se adapta a su forma de ser pues “hay mucho más contacto con el paciente y eso era lo que más me llamaba”.




Y es que ‘de casta le viene al galgo’, especialmente cuando en su familia cuenta con numerosos referentes en este área, con parientes médicos, fisioterapeutas o, en el caso de sus padres, enfermeros. Por lo que “trabajar en la sanidad, en un hospital, era algo que desde muy pequeño me llamaba”.




Por este motivo, con las ideas más o menos claras sobre su futuro académico desde jóvenes (más aún de lo que son hoy en día), no es de extrañar que el apoyo familiar haya sido incondicional. La decisión de ambos no cogió por sorpresa a nadie en sus casas ya que “en mi caso se lo esperaban, lo tenía clarísimo y ellos lo daban por hecho. Ya se lo veían venir al trastear con ordenadores”, comenta Francis. Situación similar a la de Emilio, donde sus padres “simplemente me iban dando una palmadita para seguir” por su mismo camino, aunque “cuando lo dije, intentaron meterme más hacia Medicina”, señala.

Territorio ‘inexplorado’



Como si de colonos se tratase, salvando las distancias, estos dos jóvenes han vislumbrado su futuro en carreras donde la presencia femenina, en el caso de Ingeniería, o masculina, para Enfermería, es escasa. Casi se podría decir, hablando en materia de género, que son territorios inexplorados y como ejemplo podría estar su primer día de clase; donde ambos se encontraron en minoría al haber solo seis chicas en un grupo de 80 personas, o una decena de chicos en un aula de 65 estudiantes. “Recuerdo que me sorprendí porque no me lo esperaba. Claro, llegas el primer día y tampoco tienes en tu cabeza ese estigma de que Ingeniería es una carrera de chicas o de chicos. Pero llegas y es como ‘buah’... no te amedrenta ni nada, pero da que pensar y te choca la primera vez porque tampoco tenías ese pensamiento preconcebido de ‘esto es de chicos’”.




Reseñar que Ingeniería Informática no es solo programar, ni nada tiene que ver con ser muy bueno jugando a la consola o el ordenador; ni lo único que se hace en Enfermería es poner tiritas e inyecciones, como comentan ellos mismos. Pero decidirse por alguna de estas titulaciones tampoco tiene nada que ver con ser hombre o mujer.  Aún así, socialmente existe un sesgo de género que, de manera inconsciente, a veces influye a la hora de decidir qué estudiar. En este sentido, comenta Francis, “no te dicen ‘eres chica y no puedes hacer una Ingeniería’, pero si es verdad que, por una cuestión más que nada de género, la mujer está más orientada a hacer carreras de cuidados o educación y el hombre más a carreras técnicas o ingenierías. Y realmente, no sé si es una herencia del pasado”.




Afortunadamente esa situación está cambiando poco a poco, en ambos sentidos, tal y como insiste Emilio al señalar que en el ámbito sanitario “somos los hombres los que nos estamos introduciendo”. Razón por la que los dos consideran que “no habría que cerrar puertas por temas de género cuando la gente es joven todavía y está pensando en qué camino va a escoger. Deberían dejar todas las puertas abiertas y así es más probable que encuentre cada uno algo que disfrute de verdad”. Sabias palabras procedentes de alguien que ha encontrado su vocación y que, al preguntarles cómo se sienten al ser conscientes de ello, aseguran que “es como un alivio” y “una sensación de mucha calma” porque han descubierto lo que realmente les gusta.

Educación y vocación

“Aunque no fuera consciente, yo iba por el camino que ya estaba surcado, el marcado”, confiesa Emilio en referencia a su idea de estudiar Medicina, antes de descubrir su vocación. Situación que se suele repetir más de lo que parece, y que Francis considera “una pena porque estoy segura de que muchas personas no han contemplado ese camino (el vocacional) precisamente por eso, por el sesgo de género y los estereotipos”.


Por ello, insisten, “hay que empezar por la educación, derribar todo tipo de estereotipos relacionados con el género. El comienzo está ahí, en educar en que nada es de chicos ni nada es de chicas, todo es para todos y ya está”. Un comienzo que, a su vez, pasa por despertar vocaciones desde edades tempranas mostrando un amplio abanico de posibilidades y con referentes reales, sin importar el género. Y es que, como subrayan, “todo el mundo sabe lo que hace un futbolista, los niños quieren ser futbolistas porque lo ven y tienen referentes. Cómo van a querer estudiar informática si no saben lo que hace un informático”. Una labor para la que “haría falta un empujón institucional“, como el que realiza la UAL, porque “si a los jóvenes no les das un ejemplo y les dices ‘esto existe’, al final pasa sin pena ni gloria”.


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