Esta no es ciudad para estatuas

Los bustos que forman parte de la historia de Almería no han sido respetados y sufren ataques

Los bustos del Padre Ballarín, la profesora Celia Viñas y el \'Cabezón\' han sufrido daños.
Los bustos del Padre Ballarín, la profesora Celia Viñas y el \'Cabezón\' han sufrido daños. La Voz
Eduardo Pino
07:00 • 28 abr. 2019

Una ciudad tan abierta a la calle, con un clima tan cómplice, con una tradición tan arraigada de puertas a fuera, muestra una hostilidad sin límites a los monumentos callejeros. Ser estatua en Almería es un mal negocio, una forma sucia e incómoda de pasar a la posteridad. Más que un homenaje, que te hagan un busto puede convertirse en una tortura observando el estado en el que se encuentran algunos  de estos monumentos.




La anticultura está presente en la ciudad y se ceba con las fachadas de los edificios en forma de pintadas y no deja a salvo ni las desvalidas estatuas de nuestros ilustres personajes. Pintarle la cara a un busto de bronce debe de ser un placer místico incomparable para los que la han emprendido a brochazos o quizá a golpes de spray con la inocente escultura del Padre Ballarín, que lleva más de medio siglo sin meterse con nadie en un rincón de la Plaza de Santo Domingo.




Forma parte de nuestra historia desde que en agosto de 1960 la figura salió de los talleres de la familia Oliveros para homenajear a los frailes dominicos, tan presentes en la vida de la ciudad. Desde que lo cambiaron de su primera ubicación y lo colocaron escorado en un jardín, el monumento ha ido perdiendo protagonismo y hoy pasaría completamente desapercibido si no fuera porque los chorreones de pintura que le cubren la cara llaman la atención de los paseantes. Por no tener ya no tiene ni palomas que le caguen encima ni la placa que decía que ese señor era el Padre Ballarín.




Un caso parecido es el del busto de la profesora Celia Viñas, mil veces ultrajado en su solitario refugio de la Plaza de Bendicho. La pintura le cubre el rostro deformando su gesto y además carece de una mínima leyenda que le recuerde a quien no sabe su historia que aquella mujer dejó tanta huella en una generación de almerienses que su recuerdo merecería haber tenido un mejor trato. Ese deterioro mezclado con el olvido no se corresponde con el esfuerzo que hicieron muchos ciudadanos para que este monumento, obra del artista Jesús de Perceval, pudiera hacerse realidad. Fue inaugurado en el mes de junio de 1984 gracias a una suscripción popular que recogió las aportaciones de los ciudadanos en una cuenta que entonces se abrió en la Caja de Ahorros.




Esta afición tan arraigada en Almería de profanar paredes y estatuas no respeta ni a sacerdotes ni a poetas, como tampoco a las figuras taurinas. La estatua de Relampaguito, frente a la Plaza de Toros, abriendo la Avenida de Vílches, también conoce el sabor amargo de un ataque con pintura.



El ‘cabezón’ también ha sido golpeado



La obra más polémica que adorna el casco histórico de la ciudad, la cabeza que alguien escogió para homenajear a la juventud, y que desde hace unos meses forma parte del entorno de la calle Trajano, también ha sufrido en sus carnes la mano inmisericorde del vandalismo. Por ella no han pasado los artistas de las pintadas con las musas a flor de piel, sino los amantes del golpe puro y duro, que a fuerza de ‘garrotazos’ y ebrios de arte, le han partido la cara. Pobre ‘cabezón’, criticado por sus propios vecinos y ahora derrotado a golpes. El estado en el que ha quedado invita a pensar que tiene los días contados en esa pequeña plaza del centro porque corre el riesgo de que en otro frenético fin de semana lo conviertan en polvo.




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