A bordo de su silla de ruedas se mueve por los pasillos del archivo como si estuviera en su casa. Es el primero que te encuentras cuando cruzas la puerta de la calle, es el portero amable, el que sale a tu encuentro con una sonrisa esperando la recompensa de unas palabras amables, de un minuto de conversación.
Es Cristóbal, la alegría del Archivo Municipal, el que te hace recordar el valor de las cosas sencillas de la vida. Llegas con la cabeza llena de documentos, dispuesto a revolver los cajones de la historia y él, con solo mirarte, con una simple sonrisa, te invita a aparcar los proyectos, las investigaciones y los problemas, aunque solo sea por un instante.
Pertenece a la asociación ‘A toda vela’ y desde hace catorce años ocupa su puesto detrás del mostrador de la calle Arráez. Yo lo conocí hace ocho años, cuando uno de los monitores del grupo me invitó a un programa de radio que los muchachos discapacitados conducían en la emisora local de Radio Nacional. Allí estaba Cristóbal, nervioso, emocionado, con un papel entre las manos en el que llevaba escritas las preguntas que se había preparado. Estaba tan agitado, se había tomado tan en serio aquella cita, que parecía estar viviendo el minuto más importante de su vida.
Yo iba dispuesto a hablarles del libro que acaba de publicar y él, que era el locutor principal, me bajó de la nube nada más comenzar: ¿Qué te gusta más escribir libros o darte una vuelta por el Paseo?, me preguntó. No tuve ninguna duda en ese momento: “Caminar por el Paseo”, le dije, lo que provocó su aprobación inmediata: “A mí también, es lo que más me gusta”, me dijo.
Cristóbal es un muchacho sencillo, amable, es la bondad sin aristas, sin dobleces. No hay nada en él que no se vea, que trascienda más alla de sus ojos. Si lo ves reir es que está feliz de verdad. Si lo ves preocupado es que el problema va en serio. Por las mañanas se impacienta si su tío, que también se llama Cristóbal, el que arregla los dientes en la calle de la Reina, tarda más de la cuenta en recogerlo. Es su compañero de desayuno, con el que disfruta de ese placer intenso que le deja en el alma la tostada y el zumo. Cualquier detalle, por insignficante que pueda parecer, es una fiesta en su vida. Cuando un día le dije que le iba a conseguir un cartel de Semana Santa que no tenía se pasó varios días inquieto de tanta emoción. “Es que me gusta mucho la Semana Santa. Mi padre me llevaba desde que era pequeño”, me explicó sin dejar de sonreir. Al día siguiente traté de gastarle una broma y cuando llegué al archivo le dije que si se había enterado de la noticia de que este año no iban a salir las procesiones a la calle porque las había prohibido el Papa, que era muy moderno. Cristóbal se me quedó mirando, sin dejar de sonreir, y me dijo: “Bueno, pues las veo en la iglesia. Mientras que lleven música...”.
La música, esa que tanto le gusta escuchar en las calle, es también una de sus grandes ilusiones cuando llega a su casa, se coloca los cascos en la cabeza y se pone un disco de Manolo Escobar. Sería difícil encontrar en Almería y su provincia a un seguidor tan incondicional como él. Se sabe todas sus canciones y tiene grabadas todas sus películas aunque no sea un artista de su generación.Cristóbal nació en 1984, cuando el coplero ya había vivido sus años de esplendor. “A mi abuelo le gustaba mucho y yo lo escuchaba cada vez que iba a su casa”, me cuenta. Cuando le pregunto qué canción es la que más le emociona me responde que ‘Mi carro’ por esa historia de intriga, porque nunca se supo quién fue el que se lo llevó. “Lo único que sé es que yo no fuí” el que lo robó, asegura.
Tanta felicidad le produce la música, las canciones de Manolo Escobar, la tostada del desayuno, las conversaciones con los amigos, como que su padre se lo lleve a dar una vuelta por el Paseo o a tomar una cerveza al centro. “Me gustan las tiendas y el ambiente, y las tapas de jibia y riñones, y la cerveza sin alcohol”, aclara.
En verano su felicidad toca el cielo cuando llega la hora de las vacaciones, de hacer el equipaje familiar y de marcharse al apartamento que tiene en Aguadulce. “Me paso el día en el jardín y en la piscina. Eso sí, comí mi chaleco salvavidas”, subraya.
Meterse en la piscina es un gran acontecimiento . No hay mejor forma de entender la felicidad en estado puro que ver a Cristóbal con su flotador metido en el agua rodeado de su familia. “En la playa no, que no me gusta la arena”, advierte. Y en agosto la Feria. Qué nervios, qué sensación de tener el mundo en las manos, qué forma de disfrutar viendo desfilar a los gigantes y cabezudos bailando al compás de la música. Y por la tarde al circo, para que no se detenga la fiesta.
El locutor de radio de 'A toda vela' Cristóbal Oyonarte es buen amigo de Juanma Cidrón, el músico, el hombre que trabaja en la radio. Lo conoce desde que Cristo hacía un programa los domingos por la mañana junto a sus compañeros de la asociación ‘A toda vela’. Se preparaba el programa y lo disfrutaba tanto como si estuviera viviendo una fiesta. Siempre con una sonrisa, para que el invitado se sintiera como en su propia casa.
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Eduardo de Vicente