Fue en tiempos de Rodrigo Vivar Téllez cuando se empezó a gestar el proyecto de construir un edificio que sirviera de Escuela de Mandos destinado a las mujeres. La idea no era tener un centro educativo más, sino un lugar donde pudiera brotar con fuerza el germen falangista, que bien arraigado en la población femenina podía constituir una base sólida de cara a las futuras generaciones.
“La Escuela tiene una alta misión que cumplir, ya que en ella se han de forjar las camaradas que tendrán como tarea la educación de la mujer almeriense”, llegó a decir el Gobernador civil allá por el mes de septiembre de 1941, cuando se dio a conocer a la ciudad que el proyecto realizado por el arquitecto señor Góngora ya estaba ultimado.
La insistencia de don Rodrigo fue tanta que el ayuntamiento no tuvo otra salida que donar unos terrenos libres que tenía en el corazón del entonces Camino de Ronda para que allí se levantara el nuevo edificio. Las intenciones eran las mejores, pero la realidad empujaba en contra y a la hora de empezar las obras las arcas institucionales estaban vacías. Hubo que esperar casi dos años, a marzo de 1943, para que se pusiera la primera piedra que daba comienzo a las obras, gracias a las trescientas mil pesetas que concedió el Consejo de Ministros por orden de Franco. El caudillo acababa de dictar el decreto de adopción de Almería y su primer guiño fue aprobar el crédito para la construcción de la Escuela de Mandos de la Sección Femenina.
Los trabajos empezaron a toda máquina, a un ritmo tan fuerte que se pensó que en un año el proyecto podía ser ya una realidad. Sin embargo los buenos augurios se tornaron en negros nubarrones cuando antes de que acabara 1943 el edificio, a medio construir, se fue quedando abandonado. Cuando faltó el dinero cesaron los trabajos y durante seis años el sueño de la Escuela de Mandos fue una pesadilla, plasmada en la imagen espectral de un edificio en ropas menores, en medio de los solares también abandonados de la antigua vega.
En aquellos días de deterioro y abandono, el lugar fue utilizado por mendigos y personas sin techo para pasar la noche de forma furtiva. Parecía un esqueleto de cemento y hormigón que daba una imagen de pobreza a una avenida, el Camino de Ronda, que ya empezaba a ser una de las arterias principales del tráfico en la ciudad.
Tras seis años de olvido, en 1947 las autoridades decidieron retomar el proyecto gracias al empuje de Manuel Urbina Carrera, que recogió del cajón de su despacho los planos del anterior Gobernador civil y consiguió trescientas mil pesetas para que se pudieran reanudar los trabajos. Fueron dos años de obras que culminaron la inauguración oficial del edificio, el día 23 de octubre de 1949. La Escuela de Mandos era una realidad, con sus amplias salas destinadas a aulas, con sus dormitorios ventilados, con su gran comedor y con su cuarto de baño de moderno, todo un adelanto para su tiempo, tal y como reflejaba en sus páginas el periódico ‘Yugo’ de aquellas fechas. “Tanto los cuartos de aseo como las duchas son la impresión más blanca y brillante para el recato virginal de las doncellas”.
La nueva escuela era un centro de cultura general, pero por encima de todo, un lugar de adoctrinamiento del régimen, bajo las directrices que marcaban los mandos de Falange. A las muchachas les impartían las asignaturas generales, haciendo hincapié en las enseñanzas de religión y nacional sindicalismo, y en lo que entonces se consideraban las ‘labores propias de la mujer’, que tenían que estar preparadas para poder llevar después la responsabilidad de un hogar y de una familia. “Ellas mismas sirven la comida, arreglan sus camas, cuidan sus ropas, hacen todos los menesteres propios de la mujer”, contaba el periódico sobre el funcionamiento del centro.
Durante una década la Escuela de Mandos realizó su cometido intelectual, político y espiritual y su prestigio fue creciendo en la ciudad. En el verano de 1956 se abordó la ampliación del edificio con la construcción de una nueva planta que fue destinada a residencia de alumnas matriculadas en la Escuela de Magisterio, convirtiéndose en el primer Colegio Menor femenino que hubo en Almería. Ese mismo año se habilitó dentro del recinto un espacio destinado a campo de deportes, que contó con una moderna pista polideportiva.
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