Los artículos que eran sólo nuestros

Teníamos el agua de Araoz, los helados Adolfo y Violeta, las cuchillas de afeitar ‘Alcazaba’

Los helados  de la marca Violeta eran puramente almerienses. Los fabricaba José Francisco Rueda en el local que tenía en la calle de la Almedina.
Los helados de la marca Violeta eran puramente almerienses. Los fabricaba José Francisco Rueda en el local que tenía en la calle de la Almedina.
Eduardo de Vicente
19:39 • 27 jun. 2019 / actualizado a las 07:00 • 28 jun. 2019

Los niños de antes solíamos tener el vientre suelto y teníamos facilidad para ponernos malos de la barriga. La diarrea y el dolor de garganta eran las enfermedades más repetidas, tal vez porque muchos de nosotros no teníamos la precaución de asearnos para comer y con las mismas manos que cogíamos la pelota y tocábamos la tierra de la calle, nos comíamos el bocadillo a la hora de la merienda. En mi casa nunca faltaba el bote de pastillas de Tanagel, aquel medicamento milagroso que te cortaba la diarrea de raíz y del que solíamos presumir mucho en esta tierra porque era un producto elaborado por los sabios científicos del laboratorio de Durbán de la Puerta de Purchena. Amanecíamos con diarrea y cuando empezábamos a frotarnos las manos porque ese día no íbamos a ir a la escuela, nos metían en el cuerpo la pastilla de Tanagel que en un par de horas te dejaba estreñido para tres días. Era tan eficaz que por la tarde, ya repuestos, cogíamos la cartera y regresábamos al colegio maldiciendo el milagroso medicamento. El Tanagel se fabricaba íntegramente en Almería, desde las pastillas hasta los envases, que salían de los talleres de la ‘Imprenta y cartonajes Carrasco’, en la Plaza de Bendicho.



El Tanagel era tan almeriense como aquel otro preparado del salicilatos de bismuto que el ilustre farmacéutico de la tierra, el señor Vivas Pérez, puso de moda en el siglo anterior. Aquí no teníamos grandes industrias, ni buenas carreteras, ni nada que nos promocionara al otro lado de nuestras fronteras provinciales, pero a veces presumíamos de algunos productos que eran de elaboración almeriense, ‘made in Almería’. Teníamos el Tanagel de fama nacional, la lejía Linaje, los helados de la Cubana, de Adolfo y de la Violeta, que llegaba a todos los pueblos de nuestra geografía y nuestra querida agua de Araoz, que tanta sed nos quitaba y de tantos problemas nos sacaba cuando en los veranos nos quedábamos sin suministro y teníamos que echar mano del agua de Araoz para lavarnos la cabeza y fregar los platos. 



A excepción del Tanagel, casi todos productos de la tierra que se fabricaban en Almería tenían un mercado muy reducido. La mayoría nacieron en pequeñas industrias de subsistencia que florecieron en la Almería de la posguerra a base de poco dinero y mucha necesidad. 



En diciembre de 1943 el empresario almeriense Antonio Navarro Guzmán presentó una estancia en el ayuntamiento solicitando autorización para poner a la venta unas cuchillas de afeitar con la marca ‘La Alcazaba’ y el escudo de Almería en el centro de la etiqueta. Se vendían en las pequeñas tiendas de barrio, más baratas que las cuchillas de importación, y durante algunos años formaron parte del paisaje de los cuartos de baños de los hogares más humildes. 



A finales de 1943 el farmacéutico don Federico Navarro Coromina, que tenía la botica en el Paseo, solicitó la autorización para instalar una industria de productos dietéticos de origen lácteo en fresco para hacer un preparado bautizado entonces con el nombre de ‘leche saneada’, que fue el primer yogur que se conoció en Almería.  De todas las factorías que surgieron en la ciudad, ninguna fue tan célebre como la que Enrique Ruiz Espinar tenía en la calle de Reyes Católicos. Era la fábrica de gaseosas más célebre de Almería, donde se elaboraban las populares gaseosas ‘Orange’ que estaban presentes en todas las terrazas de cine. El negocio se lo traspasó a los empresarios José Castro y Manuel Salmerón, que en los años cincuenta sacaron a la calle nuevos refrescos al mercado con los nombres de ‘Iris’, y ‘Dux’, de naranja y de limón, y la humilde gaseosa ‘La Fortaleza’, que llevaba impreso sobre el vidrio la fachada principal de La Alcazaba. 



En la calle del Plátano, en el corazón del barrio del Reducto, José Álvarez montó la fábrica de caramelos ‘Pepe’, hechos a base de glucosa y azúcar, que fueron muy famosos en su tiempo y se llegaron a exportar a otras ciudades en los viejos vagones de Renfe. En la misma calle del Plátano estuvo la fábrica del anís ‘Relampaguito’ y del coñac ‘Ana Mariscal’, típicos productos elaborados en la tierra, elaborados por Juan Martínez Ortiz



En el número 54 de la calle de la Almedina, el empresario Francisco Márquez Fernández puso de moda los caramelos de la marca ‘Rosita’. Los ‘Pepe’ y los ‘Rosita’ vinieron a sustituir en el mercado a otras dos fábricas que funcionaron en la posguerra: la de los caramelos ‘Ana Mary’, en la calle Magistral Domínguez, y la de los caramelos ‘El dulce nombre de Jesús’, en la calle Granada



El célebre producto de limpieza ‘Mistol’, llegó a tener su propia fábrica en Almería. El encargado fue el empresario Ramón González Llorca, que elaboraba el producto en un almacén de la calle Hernán Cortés.



Temas relacionados

para ti

en destaque