Es tan joven que todavía tiene que aprenderse el nombre de las calles. Es un recién llegado que después de cuatro meses en el cargo todavía mantiene la inocencia del debutante. Esa ingenuidad lo llena de ilusión y lo anima a dejar el sillón cómodo del despacho para recorrer las calles y encontrarse de cara con los problemas de los vecinos.
A Joaquín Pérez de la Blanca no conviene encontrárselo en sus paseos porque todo lo quiere saber. Tiene hambre por tocar las arrugas de los barrios, por mezclarse con todo el que pueda aportarle una buena idea. “Me ilusiona hacer algo por mi ciudad, contribuir a que Almería mejore. Ese es el motivo principal que me ha traído a la política. No vengo a vivir de la política”, asegura.
Su inclinación por la política vocacional se sustenta en su trabajo. Rompiendo una tendencia que se ha puesto de moda en los últimos años, él no vive exclusivamente de su sueldo de concejal, sino que se mantiene en su oficio de abogado, al frente del despacho que abrió hace ya diez años, nada más terminar la carrera. “Estoy al setenta y cinco por ciento del salario, con el sueldo de concejal limitado. Pienso que quizá las cosas deberían de ser como eran antes, cuando los concejales tenían su profesión al margen de la labor que hacían después en el ayuntamiento”, me cuenta.
Joaquín Pérez es el líder municipal del grupo Vox. Hablando con él, conociéndolo de cerca, descubriendo sus ilusiones y sus inquietudes, no se parece en nada a ese estereotipo que muchos nos hemos creado del militante de Vox. No parece dispuesto a cantarle al sol ni a resucitar a los viejos héroes militares que la derecha radical utiliza como emblemas. Es un abogado joven, moderno, cargado de futuro y de buenas intenciones.
“El principal ideario de un político de ciudad es trabajar por ella para intentar mejorarla. No he venido con afán de protagonismo ni de imponer mi forma de entender la vida, ni tampoco me parto la cara por salir en una fotografía. Vengo sin mentiras, sin trampa ni cartón. Me ilusiona hacer algo por mi ciudad. Eso es todo”.
Esa obsesión por trabajar por Almería lo llena de ideas y lo invita a dejar la poltrona y andar por las calles. Tal vez sea un impulso de su excesiva juventud, un brote de ingenuidad de los que se curan con el tiempo. Por las mañanas, antes de que pegue mucho el sol, se ajusta bien la chaqueta, se repasa el peinado impecable y se da una vuelta por el casco histórico, del que dice que hay mucho que mejorar. “Tenemos una materia prima impresionante, pero hay que actuar con más rapidez de la que se está actuando y con más eficacia para recuperar lugares como el Parque de la Hoya o la Plaza Vieja que tienen un enorme futuro”, asegura.
Sobre la Plaza Vieja y la postura de su partido de apoyar el traslado del cenotafio y la retirada de los ficus, el joven concejal sostiene que su decisión no obedece a ningún motivo ideológico, que no le sale urticaria cuando baja del despacho y se encuentra con el pingurucho. “Respeto a los héroes de la libertad y soy partidario de que los restos de los mártires descansen en el mismo monumento, pero en otro escenario. La ciudad necesita una Plaza Vieja con más amplitud para que pueda acoger acontecimientos multitudinarios y que esta zona de Almería se llene de vida. Los 21 ficus tampoco pueden impedir una actuación que va a beneficiar a toda la ciudad”, subraya.
El Cristo de las penas El concejal de Vox se ha fijado en el abandono que rodea todo el entorno del Cerro de San Cristóbal. “Está dejado de la mano de Dios”, dice. Su idea es mover los hilos necesarios para concienciar a los gobernantes cuanto antes porque no se puede esperar más tiempo. “No se trata de poner en marcha un gran proyecto que transforme el cerro de la noche a la mañana. Se puede empezar ya a fuerza de pequeñas actuaciones que vayan adecentando la zona”.
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Eduardo de Vicente